El Regalo de Mi Salvación.
El Testimonio de la Hermana
Aida del Carmen Oyarce Faundez
Hermana Aída del C. Oyarce Faundez.
No exisitía la Misión Chilena
todavia. Mi primer contacto con la Iglesia fue por invitación, invitación es la
palabra clave, yo pololaba, y el chico pertenecía a la Iglesia y me preguntó si
quería conocer la Iglesia, y yo le dije que si, entonces mi primer contacto con
la Iglesia fue en junio del año 1959, cuando Chile junto con Perú formaban la
Misión Andina de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Por aquellos años (1960) vino el
apóstol José Fielding Smith. Él visitó Viña del Mar y lo abracé junto a su
esposa, ella cantaba en el Coro del Tabernáculo. En esa ocasión ella cantó
solita, “Oración Secreta” y “Permaneced es Noche Ya”.
Élder José Fielding Smith
Las primeras charlas las recibí de
algunos de los misioneros que después llegarían a formar el cuarteto de “Los
Mormon Four”, recuerdo por ejemplo al Élder Shumway que tocaba la guitarra con
la mano izquieda.
Élder Ronald L. Shumway
Yo vivía en Quilpué pero asistía a la
rama de Viña del Mar, y en ese tiempo fue que el Élder Shumway y su compañero
me enseñaron las primeras charlas y cuando se abrió la Rama de Quilpué fue que
conocí a los misioneros que me enseñaron y me bautizaron. Estuvimos dos años
asistiendo a escondidas de mi papá, mi mamá solamente sabía y el problema fue
cuando llegó el día del bautismo, los misioneros ya estaban regresando a su
país, nosotras eramos tres hermanas.
Es el relato de la hermana Aida del
Carmen Oyarce Faundez el que nos ha introducido en este testimonio de fe, la
historia de su propia conversión. Ella tenía quince años cuando conoció la
Iglesia y se bautizó en la Playa Las Torpederas en la vispera de un año nuevo.
También ese día se bautizó la familia Palma, que eran dos hermanas y la mamá, y
la familia Serrano que era la mamá con su hija, fueron como ocho personas las
que se bautizaron ese mismo día. Los élderes Richard McBride y Richard Clark
les enseñaron y bautizaron.
Élder Richard Mc Bride Élder Richard L. Clarke
La Rama se reunía en un a casita y
aun a nosotras sin ser miembros todavía, junto con mi hermana nos dieron
llamamientos. Por ejemplo yo era maestra en la Escuela Dominical de Menores, y
mi hermana dirigía la música.
Lo lindo fue como pudimos lograr que
mi papá nos diera permiso para bautizarnos, y en esta parte del relato entra en
escena quien ya era para esos días el Presidente de la Misión Chilena, el Élder
A. Delbert Palmer.
Élder A. Delbert Palmer.
Los elderes estaban tan desesperados
por bautizarnos y no había caso que nos dieran permiso porque en aquella época
nadie conocía a los mormones, y si se les llegaba a conocer se decía que era
una secta satánica y ningún papá estaba dispuesto a entregar a su hija a algo
desconocido, entonces fue terrible, no había caso, aparte de que nosotras
ibamos a escondida de mi papa, ya que le teníamos un poquito de miedo.
Los misioneros no hallaban que hacer,
yo se que ellos oraron mucho y hablaron de la situación con el Presidente
Palmer, ¿Qué podemos hacer presidente? le preguntaron. Hagánle un regalo, les
respondió él.
Y así fue como llegaron un día los
misioneros, y usted no se puede imaginar el regalo que traían, al abrir la
puerta, allí estaban ellos con una bolsa de papel asi de grande y de la cual
sobresalía el cuello de una gansa.
Mi papá se enamoró de esa ave, tengo
unas fotos de ella, a mi papá le gustó. Se enamoró de la gansa, ella estaba en
las noches de hogar, Claudia le pusimos, y estaba en las Noches de Hogar con
nosotros y gracias a ese regalo, mi papá nos dio la autorización para
bautizarnos.
El Presidente Palmer le había dicho a
los misioneros: “hagánle un regalo”, pero no les dijo qué regalo, yo me imagino
a los misioneros buscando el regalo, después me enteré de que habían conversado
con una hermana y que la hermana les había dicho en medio de su desesperación,
“miren lo único que tengo es una gansa”, y
así fue como ellos llegaron con la gansa a la casa.
Nos bautizaron y al otro día
partieron felices a su hogar por haber cumplido y de ahí hasta la fecha hemos
estado fiel en la Iglesia. Mis hijas, mis yernos, mis nietos, todos, y ahora
vengo a dejar a mi nieto que va a servir
en la Misión Ecuador Guayaquil, el élder Juan M. Perez Alegría.
La visita del Presidente Smith fue el
primer contacto que tuve con la Iglesia y estuve alerta durante la reunión
tratando de entender, después cuando ya me había bautizado en la Iglesia me
pude dar cuenta de la importancia de haber conocido a un profeta del Señor, por
esos años un Apóstol.
Y después cuando vino el apóstol Hugh
B. Brown (1963), al teatro Imperio si no me equivoco que está en la calle Pedro
Montt en Valparaíso, ahí se efectuó la conferencia y ahí yo creo que viví,
píenso algo que jamás volveré a vivir, cantando en el coro dirigido por la
hermana Neville, una misionera que se llamaba Noel Neville, sentí salir mi
espiritu y me veía en el techo del teatro observándolo todo, debo haber tenido
unos 17 o 18 años más o menos, fue una experiencia maravillosa, pero cuando
todo pasó pareció ser algo tan normal para mí.
Hermana Noel Neville
Recuerdo que mis ojos se posaron en
mi abuela, que la había invitado y estaba allí, ella nunca se hizo miembro en
vida pero se hizo la obra vicaria por ella. Todo fue maravilloso, aun sin
entender en su profundidad la doctrina de la Iglesia yo sabía que estaba
haciendo algo muy importante y mas que importante muy sagrado, haciendo un
convenio, un compromiso con el Padre Celestial, en base a lo que nos habían
enseñado los misioneros, no había nada más, imaginese no había ni templo.
Nosotros sabíamos que Dios existía, yo no lo consideraba malo, pero le tenía
terror, entiende, bueno ahora el terror
es a hacer lo malo porque se que eso me aparta de Él.
Hermana Oyarce junto a su nieto el Élder Juan Pérez
Alegría, llamado a servir en la Misión Ecuador Guayaquil.
Hace poco tiempo atrás un joven me
pregunto acerca de porque yo llevaba tantos años en la Iglesia. Sabes le dije,
yo tengo un motor y ese motor se llama gratitud, no puedo olvidar lo que
Jesucristo hizo por mi, imposible, imposible, entonces se que a Él tengo que
darle cuenta, y haga lo que haga en esta
vida, no voy a poder pagar, nunca, nunca, jamás lo que Él hizo por mi.
Élder Pérez señalando el país de su misión, Ecuador.
La Iglesia es parte de mi vida, no la
puedo separar, no no puedo. Cuando yo veo personas que dicen, “¡Hay! me voy
porque hace calor”, “¡Hay! me voy porque hace frio en la Iglesia”, o “no vine
por esto o me voy por lo otro”, cuando me levanto, miro por la ventana, para
colocarme algo abrigado o algo más delgado, es lo único que hago.
Nosotros vivimos cinco años en Punta
Arenas, fue una experiencia muy linda, el poder entender a los pioneros, eso
fue maravilloso, porque no hay fuego que pueda secar y aunque ellos prendieran
fogatas, la ropa siempre iba a permancer mojada, humeda, los zapatos, tendrían
que haber llevado 10 o 15 pares de zapatos para cambiarse, entiende, no hay
zapato que resista el descongelamiento, entonces estoy agradecida porque ahora
algo entiendo por todo lo que ellos pasaron.
“…ahora algo entiendo por todo lo que ellos pasaron”.
Alli caminabamos una hora, porque en
primer lugar no había dinero, éramos seis en la familia, caminabamos una hora y
de vuelta otra hora con nieve con lo que fuera, realmente siento una admiración
muy grande por los hermanos de Punta Arenas. Salía de Maestra Visitante, con lo
que fuera.
Nosotros viajamos desde Punta
Arenas, y al llegar a casa, la hermana
Mackenna me dijo que la habían visitado otros misioneros, los que también
habían sido parte de nuestra vida. Nunca he vuelto a ver a mis misioneros. Como
me gustaría que ellos se enteraran de lo que ha sido nuestra vida como miembros
de la Iglesia. La perseverancia, la
fidelidad, las interrogantes que nadie en la vida me había contestado, saber
del propósito de mi vida, saber de donde vengo, porque estoy aquí y hacia donde
voy, eso para mí es maravilloso y de que vale la pena ser fiel, vale la pena,
porque después se ven los frutos. Si no hubiese sido fiel, mis hijas quizás no
habrían estado en la Iglesia y a lo mejor mis nietos tampoco, entonces a pesar
de todas nuestras debilidades, nuestras imperfecciones, aquí estamos.
PD. La hermana Aída Oyarce Faundez pertenece al Barrio Aldebaran, de la Estaca El Belloto.
Del Historiador Rodolfo Acevedo
Santiago, Chile. Jueves 7 de enero de
2010.