Una Historia de Amistad
Por
Rodolfo Acevedo
Con Motivo de la visita a
nuestro país del Élder Hugh B.Brown a principios de la década de 1960, un
artículo en la prensa de Santiago evocó la relación entre los mormones y los
chilenos en el siglo XIX como “una historia de amistad”:
“Cuando las campanas del oro de
California tocaron a rebato a fines de 1848 y acudieron hombres de todas partes
del mundo y los chilenos en un número que llegó a 30,000, y los mormones por la
cercanía, de San Francisco, Sacramento y el río Frazer, se contaron también
entre los primeros mineros y pobladores.
Como otras colectividades que se
dedicaban al trabajo, los mormones recibieron con interés a los chilenos que
eran valiosos como elemento de trabajo y por su aporte al progreso. Sus naves
llegaban en gran número y algunas se quedaba en la playa para servir de
viviendas, almacenes y hasta como postas de primeros auxilios. Los chilenos
levantaron barrios y hasta fundaron una villa. Ellos llevaban para su venta,
trigo y harina, otros productos de la agricultura y hasta casas por armar. Gran
parte constituían núcleos de trabajo.
Eran buenos trabajadores en los
caminos, en las minas, en la construcción. Eran, además, uno de los contados
grupos que hacían frente a los “galgos”, precursores de los gansters, y los
cuales recibían la escoria que arrojaban todas las naciones, eran temidos por
su audacia y su violencia. Aunque los chilenos comenzaron a dispersarse,
contaban en San Francisco, con un barrio que denominaba Chilecito. De allí
salían a defender a víctimas de los “galgos” cuyo más atrevido enemigo era el
antiguo jefe de los mormones de la región, el norteamericano Brannan”.
1848
La noticia
del descubrimiento del oro en California llegó a Chile a bordo
del Bergantín nacional J.R.S. que procedía de Yerbas Buenas el 18 de agosto de
1848, tan solo cinco meses después de que la noticia del descubrimiento se
hiciera pública. Se ha escrito que la cantidad de chilenos que viajó a
California fluctuó entre los 20 y los 30 mil, de los cuales solo unos ocho mil
se quedaron esparcidos por el territorio americano.
Se ha escrito mucho sobre el empuje de los chilenos en
California, “eran diablos vomitados del infierno en otro infierno peor –dijo de
ellos “El Eco” de San Francisco, en 1880. Los chilenos han dejado entre
nosotros un recuerdo imborrable de pujanza y bravura”.
El Asalto a Chilecito
La bravura del chileno y el apoyo de los mormones a ellos
quedó de manifiesta cuando su campamento Chilecito fue atacado por una pandilla
llamados Galgos en California. El siguiente relato resume muy bien estos
antecedentes que hablan muy bien de la amistad entre los mormones y los
chilenos en
“No se sabe con que motivo…Chilecito fue atacado, saqueado y
destruido por estas langostas humanas. Sus moradores no tenían medios de
defensa y fueron cogidos, para colmo, de sorpresa. Todo lo que pudieron hacer
fue contestar con una lluvia de piedras, cuando ya sus carpas y barracas
estaban arrasadas o eran pasto del fuego.
Tal fue la indignación popular, que un pacífico mormón se
trepó al tejado de su casa y arengó al
pueblo para organizar la persecución de los criminales. De resultas de este reunion,
se improvisó una guardia cívica armada de pistolas y cuchillos, que después de
un día de faena logró acorralar a una parte de la banda. Dieciocho de sus
miembros…fueron maniatados y llevados a un buque de guerra[1]”.
Para
don Vicente Pérez Rosales quien viajó a California los Galgos de San Francisco
eran:
“una sociedad de bandidos…compuesta de vagos,
jugadores y borrachos, que, unidos por la mancomunidad del crimen, tenían por
lema salirse siempre con la suya. Precédanlos en todas partes el asco y el
miedo que infundían con su provocadora presencia, en todas partes, la camorra y
la violencia, que no les perdían pisada donde establecían sus reales”[2].
“Los
Galgos…hacían frecuentes incursiones en
las poblaciones de Clark’s Point y de Telegraph Hill, donde se aprovechaban de
las mujeres, arrasaban el suelo, las viviendas y se llevaban sus pobres trapos.
Semejantes atrocidades ocurrían al terminar sus fiestas como punto final de la
alegría, y la justificaban diciendo que tenían orden del Alcalde de San
Francisco de librar la ciudad de los hispanoamericanos.”[3]
Finalmente ocurrió lo que tenía
que esperarse de aquellos bandidos, a quienes nadie había logrado domar.
Atacaron un día el barrio de Chilecito. Los habitantes se defendieron como
leones. Algunos historiadores han contado este episodio en el cual chilenos y
mormones aparecen unidos en la defensa.
Para los chilenos en California “Chilecito” se había
convertido en una reivindicación nostálgica de la patria lejana, y uno de
ellos, don Vicente Pérez Rosales escribió sobre el episodio del asalto a
Chilecito lo siguiente:
“Brannan, el ex
mormón...informado por algunos chilenos de lo que ocurría en
En mi opinión la
actitud de Samuel Brannan al salir en defensa de los Chilenos, fue lo que
nosotros en Chile llamamos “una vuelta de mano” ya que también evocaba el recuerdo de la ayuda
que los chilenos le habían brindado al Brooklyn cuando este barco con pioneros
mormones recaló en la isla de Juan Fernández en 1846. Samuel Brannan iba a
cargo del barco y los pioneros que vivían en California recordaban la experiencia
vivida en territorio insular chileno donde pudieron reparar la embarcación y
consiguieron alimentos y agua fresca para continuar viaje hacia California,
también ellos recordaban que una pionera había quedado sepultada en ese pequeño
territorio chileno en medio del Océano Pacífico, la hermana Laura Goodwin
Hopkiss.
Interesante resulta señalar
que don Vicente Pérez Rosales en su Obra Recuerdos del Pasado, como un testigo personal de la aventura
californiana de los chilenos se refiere a Samuel Branann, como el ex mormón,
hecho este que se ve confirmado por los propios historiadores mormones que
señalan que Brannan al fracasar en su intento de que el Presidente Brighan
Young llevara a los Santos desde las montañas rocosas hasta California había
terminado por apartarse de
Samuel Brannan, el líder de
la compañía Brooklyn viajó a reunirse con los pioneros que viajaban por las
montañas, llevando consigo la sugerencia de que el cuerpo de
“Los esfuerzos de Brannan para convencer a
Brigham Young de lo prudente de ir al Valle de Sacramento no tuvieron éxito. El
gran dirigente se había decidido. Él sabía a donde se dirigían. Brannan
permaneceió con los pioneros hasta que llegaron al valle del Lago Salado, donde
se hizo evidente que nada alteraría su elección. Decepcionado regresó a
California y pronto se alejó de la Iglesia”.[5]
El presidente Wilford
Woodruff por su parte nos dejó el siguiente recuerdo del encuentro de Brigham
Young con Samuel Brannan:
“Escuché al Presidente Young darle su
respuesta a Samuel Brannan en el siguiente lenguaje, golpeando su bastón en el
suelo: “No, señor, Yo voy a detenerme aquí. Yo voy a construir una ciudad aquí.
Yo voy a construir un templo aquí, y yo voy a construir una nación aquí. Y con
la ayuda de Dios él vivió para ver todo eso cumplido”.[6]
En la primavera de 1847
Brannan se apuró para reunirse con el Presidente Brigham Young para convencerlo
de llevar a los Santos a California. Aún cuando su plan fue rechazado, Brannan
continuó, en vano, usando cada mecanismo persuasivo para cambiar el parecer del
Presidente Young. Brannan regresó a California, llegó a ser extremadamente
rico, perdió todo, y murió en la pobreza sin siquiera el suficiente dinero para
comprar un cajón”.[7]
Mientras
tanto y ya para 1849, Sudamérica en general y Chile en particular eran mirados
por los líderes mormones como un eventual campo de evangelización, así nos lo
refiere la siguiente cita tomada del
Millenial Star:
“La posibilidad de ir a Chile era un
conocimiento común en 1849. El hermano Addison Pratt llegó aquí en octubre
pasado desde las islas del Pacífico y probablemente regresará esta temporada
con varios otros. Élder Parley P. Pratt puede acompañarlos a ellos a las islas
o a Chile en vista de establecer el evangelio en Sudamérica...mientras el
camino pueda ser abierto”.[8]
Sin embargo pasarían dos años antes de que esta
instrucción se hiciera realidad y esta llegó cuando el Élder Parley P. Pratt
fue llamado a presidir la misión del Pacífico, con sede en San Francisco de
California.
[1] Erique
Bunster, Chilenos en California, Talleres Gráficos Sopech, Santiago, Chile.
1972.
[2]. Vicente Pérez Rosales, Recuerdos del Pasado Tomo II. Edi Andrés Bello.
Santiago, Chile. 1983. p. 64
[3] Chilenos
en California” por Camilo Branchi. Revista Atenea Nº 355-356.
[4] Rosales, op. cit. p. 65
[5] William E. Berrett,
[6]
MS 59:444-445 (1897) p. 322-23. The Discourses of Wilford Woodruff.
[7] Andrew Jenson, Latter-day Saints Biographical Encyclopedia, 3:
606-7.
[8] Journal History, 7 de abril de
1849. The Millenail Star 11 al 15 de noviembre de 1849:343.