La Visita
del Presidente Hinckley a Chile en 1999.
Por Rodolfo Acevedo.
Fiel a su promesa de compartir su testimonio con muchos
miembros de
Conferencia Regional , 25 de
abril de 1999.
Estadio Monumental.
“Unos estimados 57,500 miembros de
“La reunión del
presidente Hinckley con los 57,000 santos chilenos en Santiago fue considerada
como la reunión internacional más grande de Santos de los Últimos Días que
jamás se haya realizado. Entre la oraciones dedicatorias del nuevo templo de
Bogotá, Colombia, el presidente Hinckley voló a Santiago en un jet privado,
acompañado de su querida esposa Marjorie para presidir esta reunión, a la cual
asistió poco màs del 10% de la población mormona de Chile”. Así informó la revista The Ensign en su edición de
mes de Julio de 1999.
Esta vez la reunión fue en el Estadio Monumental, en un
día que se presentaba lluvioso hasta el momento en el Presidente Hinckley se
paró para hablar. Al concluir la reunión, la lluvia volvió a caer con fuerza.
Parte de la congregación reunida bajo la lluvia en el
Estadio Monumental esperando el inicio de la reunión.
El texto de su
mensaje en esta ocasión fue el siguiente:
“Es difícil creer lo que estoy viendo. Me han
dicho que hay cincuenta y tres mil de ustedes aquí. Tengo dificultad para
aguantarme las lágrimas. Me siento tan profundamente agradecido por su
presencia, por el gran esfuerzo que ha
hecho para estar aquí hoy día, por sus sacrificios para venir, por su
disposición a sentarse en el frío. Que el Señor les pueda bendecir por su amor
por Él.
Ahora
estamos aquí, ayer dedicamos un nuevo templo. Es una hermosa y magnífica
estructura. Es un templo hermano del que ustedes tienen aquí en Santiago y en
unos pocos meses más dedicaremos otro templo en Guayaquil, Ecuador.
Esta
tierra está siendo bendecida con santos templos. Tenemos uno en Santiago, uno
en Argentina, uno en Brasil, uno en Perú. Ahora uno en Bogotá, otro que está
por venir en Uruguay, otro viniendo en Venezuela, y dentro de poco
construiremos uno en Asunción, Paraguay, estamos construyendo uno en Bolivia.
Así que el tiempo no está muy distante cuando en cada nación de Sudamérica
excepto Guyana y Surinam habrá santas Casas del Señor para bendecir a la gente.
Y
yo hoy día quiero implorarles a ustedes que puedan vivir dignamente, para que puedan ir a la casa del
Señor y participar de las maravillosas
bendiciones que pueden tener solamente en ese lugar.
Nosotros
tenemos una cantidad grande de miembros devotos de la Iglesia acá que van al
Templo. Pero tenemos miles y decenas de miles que no van.
A
ustedes mis hermanos y hermanas, a
ustedes a quienes amo tanto, les suplico esta mañana que pongan sus vidas en
orden para que puedan calificar para
tener una recomendación para el Templo, para ir a la Casa del Señor, esta
hermosa casa en Santiago, para recibir las bendiciones que no pueden llegar a
ustedes en ningún otro lugar de toda esta gran nación.
Estaba
en el hospital de Salt Lake City un día, para administrar a un hombre y cuando
estaba saliendo de su cuarto, la enfermera se me acercó y me dijo “hay una
mujer al final del pasillo que necesita una bendición. Ella tiene 27 años de
edad, es la madre de una joven familia y tiene cáncer, y la verdad es que está
seriamente enferma”. Yo dije –espero que su esposo esté allí para asistirme,
para administrarle- y la enfermera dijo, “él está allí, pero no es digno para
asistir”. Ahora, mi hijo estaba conmigo así es que fuimos a su habitación y
mientras su esposo estaba sentado en una
silla, mi hijo la ungió y yo sellé la unción. Miré a ese hombre, su esposo, que
había sido muy descuidado en su forma de vivir, quien había sido miembro de la
Iglesia toda su vida, pero que no había valorado su membresía en la Iglesia lo
suficiente para poder calificar y poder llevar a su esposa a la Casa del Señor.
Y ahora, en ese momento de desesperada necesidad, él se sentó ahí, teniendo su
cabeza entre sus manos, llorando, orando, esperando que su esposa pudiera vivir
lo suficiente para poder llevarla a la Casa del Señor para que pudiera ser así
una familia para siempre.
Ahora
les pido a ustedes, aquí esta mañana, hermanos y hermanas, y niños, hermosos
niños y niñas. ¿Son suyos? ¿Están sellados a ustedes? ¿Serán suyos para
siempre, aún cuando la muerte les ataque?, ¿Serán suyos por tiempo y toda la
eternidad?. Mis hermanos y hermanas,
ustedes quienes no han estado en la Casa de Dios, yo les suplico esta mañana
con todo el poder que tengo, empiecen hoy a arrepentirse del pasado, para que
pongan sus vidas en orden, para que ustedes puedan ir allí y sellar a ustedes a
aquellos a quienes ustedes más aman y que son más queridos para ustedes. Dios
les bendiga, que Dios les bendiga para hacer esto.
Como
dijo Élder Nelson, participen de la Santa Cena, cada semana participen de la
Santa Cena. Congreguen a sus familias alrededor de ustedes para tener noches de
hogar. Léanles las escrituras, hablen con ellos, sean amistosos con ellos, oren
con ellos, acérquenlos a ustedes.
Paguen
sus diezmos, para que ustedes puedan ser elegibles para las bendiciones del
Señor. No sé como Él podría bendecirles si ustedes no viven dignamente de sus
bendiciones, si no le devuelven a Él un pequeño monto de aquello con lo que Él
les bendice.
Yo
estuve en China una ocasión, en Taiwan y escuché a un hombre compartir su
testimonio sobre el diezmo y dijo: mi esposa y yo fuimos a la Iglesia, los
misioneros nos habían enseñado, ellos nos enseñaron la ley de los diezmos y
fuimos bautizados. El día vino en que nosotros teníamos que pagar el diezmo y
mi esposa y yo debíamos ir al Presidente de la Rama y pagar nuestro diezmo, y
le dije a ella: no podemos, no tenemos suficiente dinero, nosotros no podemos
pagar el diezmo. Ella dijo: nosotros hicimos la promesa cuando nos unimos a la
Iglesia de que nosotros pagaríamos los diezmos, entonces oramos acerca de esto.
Entonces fuimos a nuestro pequeño dormitorio y nos arrodillamos y pedimos al
Señor que nos diera la fe para pagar los diezmos y que pudiéramos tener comida
para poder comer. Entonces solitariamente caminamos hasta la casa del
Presidente de la Rama y le presentamos nuestros diezmos y nos fuimos de regreso
a casa. Me volví a mi esposa y le dije: ahora no sé donde vamos a conseguir dinero para obtener arroz,
teníamos poco para la semana. La próxima semana fui a trabajar y mi jefe me
llamó a su oficina y me dijo: señor Lu, le he estado observando, usted ha sido
un muy buen empleado así es que le estoy dando un aumento de sueldo. Y él me
dio un sobre, y cuando fui a mi escritorio y abrí el sobre tenía exactamente la
misma cantidad de dinero que habíamos usado para pagar nuestros diezmos y fui
al Señor y lloré, lloré de agradecimiento al Señor por sus bendiciones sobre
nosotros.
Ahora
muchos años han pasado, ese hombre ahora
es viejo, aún sigue fiel, y él aún comparte este mismo testimonio, él ha sido
prosperado por el Señor y ha sido bendecido
en forma maravillosa.
Hermanos,
pongan su fe en Dios, pongan su confianza en el Señor, Él es quien hace la
promesa que abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendiciones hasta que
no habrá lugar para recibirlas.
Ahora,
eso no significa que todos nos vamos a hacer ricos, pero significa que seremos
bendecidos por el Señor.
Veo
que hay un anuncio aquí en este estadio que dice “Just do it” (sólo hazlo),
sólo háganlo, confíen en el Señor.
Yo
siento que debo prometerles a ustedes que Él les bendecirá y que serán abiertas
a ustedes las puertas del Templo del Señor para que ustedes puedan ir allí y
disfrutar de estas ricas y grandes bendiciones y ustedes serán unidos para
siempre como familia, como esposos y esposas, como padres e hijos, viviendo
juntos en amor y respeto los unos por los otros.
Bueno es suficiente por ahora, el hermano
Rodolfo Acevedo escribió un informe acerca de que yo vine aquí el año 1969, las
montañas estaban secas, había existido en ese tiempo una terrible sequía en
Chile, que no había habido lluvia por un tiempo muy largo y yo estuve en esa
ocasión para dedicar una capilla en La
Cisterna. Durante la dedicación yo oré y pedí al Señor por humedad y más tarde
en la misma semana dediqué otro edificio en Talcahuano, allí también rogué al
Señor por lluvia. Había llovido escasamente durante dos años. Ahora estas son
las palabras del Hermano Acevedo: “al día siguiente de la visita del Presidente
Hinckley, la lluvia comenzó a caer desde el Sur de Chile. Las nubes comenzaron
a moverse hacia el Norte trayendo la ansiada lluvia a todo el país, aún a
Antofagasta llegó, donde la lluvia es bastante escasa, hubo dos lluvias
torrentosas”. En Concepción la lluvia duró por treinta días y los santos
sugirieron que yo regresara para que la
lluvia parara. El hermano Acevedo dice que la lluvia fue la respuesta a la fe y
oraciones.
Yo recuerdo esa ocasión hace treinta
años atrás, recuerdo haber rogado por lluvia, y recuerdo reportes que la lluvia
cayó sobre la tierra. Yo creo que fue una respuesta a la fe y oraciones de los
Santos de los Últimos Días, entonces muy pocos, su fe vino para bendecir a toda
la nación.
Y
me gustaría decirles a ustedes, que si ustedes viven el Evangelio, si ustedes
viven en fe, si ustedes hacen lo que deben hacer, no sólo ustedes serán
bendecidos, sino que todo este pueblo será bendecido, porque el Dios de los
cielos sonreirá con amor para ustedes y a la tierra donde ustedes moran.
Ahora, yo he estado viniendo por
varios años. Yo organicé la primera estaca aquí en 1972, vine aquí para
organizar lo que los hermanos consideraban
lo suficientemente grande para organizar una estaca, pero en el proceso
de organizar esa estaca yo entrevisté a todos los hermanos, todos los líderes
del sacerdocio y encontré que no estaban pagando sus diezmos, eso fue el sábado
y no sabía que hacer. Oré esa noche en la vieja casa de la Misión en Las
Condes, pidiendo guía al Señor para saber que hacer. En la próxima mañana
cuando nos reunimos en la capilla de Ñuñoa, tristemente le dije a la gente que
había venido para organizar una estaca, pero que había encontrado que no
estaban pagando sus diezmos, y que no estaban listos…Volví…y les entrevisté
nuevamente, y descubrí que la fe había reemplazado la duda y que la gente
estaba pagando sus diezmos y nosotros organizamos la estaca, con el Hermano
Carlos Cifuentes como su Presidente, un hombre muy humilde y maravilloso que
fue llamado para presidir sobre esta estaca de Sión y el Hermano Jaramillo,
quien ofreció la primera oración esta mañana, como uno de sus consejeros,
hombres de fe. Ahora al ver al hermano Jaramillo hoy día me maravillo como él
ha crecido en la Iglesia, un buen y gran líder, un hombre de gran fe.
Ahora
hermanos míos, sean verdaderos con el Señor, Él es su fuerza, Él es su
salvación. Es Él quien puede bendecirlos, es Él quien desea bendecirlos.
Búsquenlo a Él por cada don y cada bendición. Arrodíllense y oren, y párense en
sus pies y hagan su voluntad y pongan su confianza y fe en Él que Dios les
bendecirá. Yo, como sirviente de Él les hago esa promesa. Sólo háganlo.
Pronto
tendremos que dejarlos para ir a Bogotá, para poder terminar con la dedicación
del Templo. La verdad es que no puedo dejar esta gran congregación, hay algo
maravilloso en su presencia aquí, suficiente para hacerlo llorar a uno.
Gracias, gracias por venir. Soy un hombre viejo, viajo por todo el mundo por el
interés de esta obra, por muchos años e ido regresando entre los Santos de los
Últimos Días bajo la autoridad del Santo Apostolado, y como he llegado a
amarlos. No me interesa el color de su piel, no me importa la forma de sus
ojos, no me interesa la lengua que hablen, sólo me interesa su bondad, su
fidelidad, el amor que tengan por el Señor.
Sean buenos, sean amables unos a otros.
Padres honren su sacerdocio, amen y traten bien a sus esposas. Esposas amen a
sus esposos y ayúdenlos, ellos necesitan ayuda.
Padres sean amables con sus hijos,
no necesitan recriminarlos o pegarles, sólo necesitan amarlos y orar con ellos
y ellos serán buenos y ustedes se sentirán orgullosos de ellos al verlos crecer
como fieles Santos de los Últimos Días.
Sean
honestos en todo lo que hacen, no roben, no hagan trampas. Hagan todas las
cosas con honradez con sus vecinos, con sus empleadores, con todos los que se
asocian. Nosotros creemos en ser honestos y ser verdaderos y virtuosos y
buenos.
Dios
les bendiga, dejo mi oración con ustedes, dejo mi bendición sobre ustedes. No
sé si alguna vez podré regresar aquí
nuevamente. Así lo espero, pero cada año se me vuelve más difícil viajar al
ponerme más viejo. Voy a tener ochenta y nueve años de edad en junio y cuando
ustedes llegan a ser así de viejos,
nunca saben cuanto van a durar. Pero
siempre voy a llevar conmigo amor en mi corazón por la grandiosa, buena,
maravillosa y humilde gente que he conocido aquí en Chile, en esta gran ciudad
de Santiago, aún hasta más al Sur de Concepción donde el viento corre tan
fuerte, y todo hacia el Norte a través de todas las grandes tierras del
desierto. Entre aquí y Antofagasta y aún hasta Arica. Que las bendiciones del
cielo puedan estar sobre ustedes, y que pueda haber paz, amor, bondad en sus
corazones, y que el amor del Salvador esté siempre con ustedes.
Recuerden y nunca olviden, que Dios está en los cielos, que Él es su
Padre y mi Padre, y que Él es el Padre de su Unigénito en la carne, el Señor
Jesucristo quien vivió y murió por cada uno de nosotros y después de muchos
años de apostasía desde que Él había resucitado de los muertos; ellos, el Padre
y el Hijo, aparecieron nuevamente y el velo se descorrió. En esta dispensación
del cumplimiento de los tiempos, trajo de vuelta el Sacerdocio con todo su
poder, dones y autoridad y la verdadera Iglesia del Señor que lleva Su
santo nombre, aún el nombre de
Jesucristo, es el deseo del Padre bendecirnos y nosotros debemos poner nuestra
confianza en Él. Una vez más, sólo háganlo (“Just do it”), sólo háganlo. Dios
les bendiga, Dios esté con ustedes hasta que nos veamos otra vez, sólo háganlo.
Que Dios esté con ustedes hasta que nos veamos nuevamente. Les dejo mi
testimonio, les dejo mi propio testimonio, les dejo mi bendición, les dejo mi
amor. En el nombre de Jesucristo, amén”
El Presidente Hinckley y su
esposa Marjorie tras su visita a Chile en 1999 se dirigen al avión que los
llevará de regreso a Colombia, para seguir participando en las ceremonias de la
dedicación del Templo de Bogotá.
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