¡¡¡UN MISIONERO OTRA VEZ!!!
por Michael Dalton.
Élder
Michael Dalton
Salí
de la Ciudad de Lago Salado con destino de Santiago de Chile temprano por la
mañana el día viernes 30 de abril. Tras reunirme con Van Lyman y O’Dell
Peterson en Seattle, volamos a Texas donde nos encontramos con Gary Davis. Van
y yo habíamos conocido a Gary cuando fuimos compañeros en San Miguel. Gary estaba
sirviendo como misionero en la rama de San Miguel 1, mientras que nosotros
servíamos en la rama de San Miguel 2.
Volamos
toda la noche hasta Santiago, allí nos esperaba una hermana que habíamos
conocido cuando servimos en San Miguel. Ella era una hermana viuda con dos
hijos. Su hija había servido una misión en Chile y tuvo tanto éxito con sus
conversos que los élderes de su misión solían llamarla Juana Bautista.
Al
día siguiente fue domingo de ayuno y asistimos a la Iglesia en el lugar donde
solíamos asistir hace 35 años atrás. En ese tiempo era una vieja casa
arrendada, pero la Iglesia ahora había construido una hermosa capilla en el
mismo lugar. Donde solo había dos ramas de la Iglesia, cuando estuve allí,
ahora había dos estacas de la Iglesia.
Cuando
estábamos en la capilla llegó una hermana que habíamos bautizado por aquellos
días, ella cruzó todo Santiago para venir a reunirse con nosotros. Van y yo
habíamos bautizado a ella y a su esposo, y en ese tiempo ellos tenían dos hijos
que eran muy pequeños para ser bautizados. Yo no sabía esto, pero después que
salí, ellos habían tenido dos niñas. Sus dos hijos crecieron y uno de ellos
sirvió una misión para la Iglesia y ambos se casaron en el Templo. Su esposo
había fallecido hacia varios años atrás, pero ella trajo a sus dos hijas a San
Miguel con ella, una de las cuales recientemente se había casado con un gran
joven misionero retronado en el Templo. Yo nunca la había visto antes, pero
ella vino y me dio un abrazo, y con lágrimas en sus ojos me repetía una y otra
vez, “gracias, gracias, gracias por enseñar a mis padres el evangelio”.
Posiblemente no pueden imaginarse como me sentí.
Esa
noche fuimos a la casa de uno de los dos niños que conocí y que ahora estaba
celebrando el cumpleaños de uno de sus hijos. Él hizo la misma cosa. Me dio un
abrazo y con lágrimas en sus ojos, repitió una y otra vez, “gracias, gracias, gracias,
por enseñar a mis padres el evangelio”. Allí estaba yo totalmente impresionado
y emocionado, viviendo una experiencia que no cambiaría por ningún dinero en el
mundo. Nunca fui a una misión con la expectativa de que yo sería recompensado
por mi trabajo como misionero, pero ese día yo fui pagado y pagado con algo más
valioso que el dinero. Cuando el Señor dice que si trabajamos todas nuestras
vidas y traemos una alma al Reino de los Cielos, cuan grande será nuestro gozo
con esa persona en el reino de Su Padre, yo había saboreado ese gozo y es
verdaderamente fantástico. Si el reino celestial es algo como eso, entonces yo
quiero ir allí.
Asistí
a la primera sesión en español que jamás haya asistido en el templo de
Santiago. Después de pasar algunos días en Santiago, tomamos un bus y viajamos
a Viña del Mar, la cual había sido mi primera rama. Gary, O’Dell y yo habíamos
servido en Viña del Mar como misioneros.
Cuando
fui misioneros en Chile, todo el país con sus más de 4000 kilómetros de largo
era una sola misión, pero ahora había 9 misiones allí, y el presidente de la
Misión de Chile Viña del Mar, Daryl Anderson, había servido con nosotros su misión en Chile.
Él había sido compañero de Van y mi Líder de Distrito. Donde había habido una
sola rama cuando estuve allí, ahora había una estaca. Hablar acerca de ello es
hablar de una obra grande y maravillosa. Cuando fui misionero, no había ni una
sola estaca en todo el país, había solo 60 ramas en todo Chile. Ahora hay 75
estacas. Ahora hay estacas donde ni siquiera había habido ramas antes. Estoy
asombrado y verdaderamente maravillado de lo que sucedió en mi misión desde que
salí. Casi pienso que el Señor estaba solo esperando que yo saliera para que él
pudiera bendecir al país, y Él verdaderamente lo ha bendecido.
En
Viña del Mar vimos al hermano Bravo que había sido el consejero en la
presidencia de la rama cuando yo estuve allí, ahora él es el patriarca de la
estaca.
De
Viña del Mar tomamos un bus hasta La Serena. Cuando yo estuve en La Serena solo
había una pequeña ramita, con unas pocas familias que se reunían en una casa de
propiedad de uno de los miembros. Casi todos mis investigadores eran del puerto
de Coquimbo. Entonces el Presidente transfirió a Van y a O’Dell para abrir una
rama en Coquimbo, y ellos se adueñaron de todos mis investigadores. Pero ellos
todavía asistían con nosotros a La Serena para las reuniones. Así que Van y
O’Dell quisieron visitar a sus conversos en Coquimbo mientras que yo buscaba
visitar a mi gente en La Serena.
Yo
no llevé un diario en mi misión, y mi memoria ya casi no podía recordar los
nombres de las personas que había conocido. La única familia que podía recordar
era la familia Rodríguez. Pero donde había habido tan solo una pequeña ramita
antes, ahora había una estaca, y yo no sabía por donde empezar a buscar a la
familia Rodríguez. Llamé al Obispo, y cuando él me contestó me dijo que la familia
Rodríguez vivía tan solo a una cuadra de la capilla y que ellos estaban teniendo
una actividad de celebración del día de la madre ese día sábado, así que me
invitó a que fuera a la capilla y allí alguien podría mostrarme donde vivía la
familia Rodríguez. A la primera persona que vi fue al Obispo y cuando le dije
que estaba buscando a la familia Rodríguez, un hombre que estaba parado cerca
de él, repentinamente preguntó ¿Quién dice usted que es?, yo le dije “hermano
Dalton”, él inmediatamente se me acercó, y dándome un gran abrazó me dijo que
él era Rubén Rodríguez. Él era un niño cuando yo fui un misionero allí pero
todavía me recordaba, él había servido una misión para la Iglesia y había
bautizado a muchas personas durante su misión. Ahora estaba casado con una
misionera retornada y había sellado su matrimonio en el Templo. Su madre
todavía estaba viviendo en la misma casa de hacía 35 años y yo pienso que ella
no me reconoció al verme, pero cuando le dije mi nombre, ella casi se desmayó.
Los élderes Michael Dalton y Gary Davis
con la familia Rodríguez de La Serena.
Ahora
volviendo a la obra maravillosa y un prodigio, cuando estuve en La Serena como
un misionero, mi compañero era el presidente de la Rama y yo le enseñaba la
clase a la Sociedad de Socorro, la clase de la Escuela Dominical y dirigía la música.
Los misioneros hacían todo. El día domingo Gary y yo asistimos a la Iglesia en
el Barrio La Serena 1, y vi como los misioneros se sentaban tranquilamente durante
la reunión y no hacían absolutamente nada. Los miembros hacían todo. No podía
creerlo. En los tres domingos que estuvimos en Chile, no solo los miembros hicieron
todo, sino que ellos lo hicieron tan bien como cualquiera en los Estados Unidos
o en Utah lo podría hacer. Las lecciones y los discursos que dieron, si ellos
no hubiesen estado en español, podría haber pensado que estaba aquí en los
Estados Unidos. La doctrina y la comprensión eran igual a lo que escuchamos
aquí en los Estados Unidos. Yo me preguntaba si jóvenes inexpertos de 19 años como
nosotros habían hecho todo esto. Obviamente que no. El Señor lo hizo, usando a
jóvenes inexpertos de 19 años, “los débiles de la tierra”, como una prueba al
mundo de que Él lo había hecho. Es verdaderamente una obra maravillosa y un
prodigio lo que el Señor ha estado realizando bajo las narices de todo el
mundo, sin que este aún alcance a darse cuenta.
Después
de la Iglesia, fuimos a la casa de los Rodríguez, allí ellos cantaron para
nosotros “Si Vas Para Chile”. Hace mucho tiempo que no escuchaba esa canción, y
esta vez realmente me tocó. Esa noche tomamos un bus de vuelta a Santiago. Una
vez en Santiago nos preparamos para viajar a Puerto Montt, allí mientras Gary
tomaba fotos a las capillas (cuando habíamos sido misioneros en Chile había
solo 7 capillas en todo el país, ahora pienso que hay casi esa misma cantidad
en Puerto Montt solamente), comencé a hablar con el taxista acerca de la
Iglesia. Después de un rato él me preguntó si yo podía bautizar a su hijo. Yo
le respondí que no podía ya que tenía que ir a tomar el avión para regresar a
Santiago, pero que si él quería yo podía enviarle misioneros a su casa para que
le enseñaran el evangelio. Él estuvo de acuerdo y me dio su dirección para que
ellos pudieran contactarlo. Entonces él llamó a su esposa por el celular y le
dijo “querida, ¿adivina que? Estoy consiguiendo que los misioneros mormones
vayan a la casa”. Fue una sorpresa para él cuando ella le dijo que ya era
miembro de la Iglesia Mormona. Ella había sido bautizada cuando era una
adolescente, pero su padre no le había permitido que asistiera a la Iglesia,
así que ella se había quedado inactiva. Yo le había hablado a él acerca del
matrimonio en el templo por la eternidad, y ahora él estaba muy animado,
diciéndole a su esposa que ahora ellos podrían casarse en el templo. Yo estaba
tan impresionado que me sentí como ¡¡¡UN MISIONERO OTRA VEZ!!!.
Al regresar a Santiago pasamos nuestro último
domingo asistiendo a la Iglesia en San Miguel, y visitando con la familia
Orellana. Salimos para el aeropuerto para abordar un vuelo que nos llevaría de
vuelta a casa en los Estados Unidos, esa misma noche. Fue definitivamente la
mejor vacación que jamás haya tenido, fue la vacación de toda una vida.
Realmente sentí que el Espíritu del Señor estuvo con nosotros y que ayudamos a
fortalecer Su obra, la obra de nuestro Señor Jesucristo fortaleciendo y
animando a los miembros mientras estuvimos allí.