Establecimiento de la Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Últimos Días en Chuquicamata.
Por
Rodolfo A. Acevedo A.
MORMONES FORMARAN MISION EN
CHUQUI
Vista de Chuquicamata desde el
Hospital Glover
“Se encuentran en Chile y en
estos días en el mineral, procedentes de los
Estados Unidos, los señores James Wagner, Eddie Clothier, D. A. Winegar
y Morris Pool.
Pertenecen a la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días conocida como Mormona. El objeto
de su visita es tomar los contactos necesarios para formar en Chuquicamata
misiones de esta iglesia de la que ya tienen en otros puntos del país.
Con tal motivo, desearían
vivir por determinados períodos en los hogares de los trabajadores de CEC,
pagando – obviamente la pensión correspondiente. Ellos quieren conocer sus
costumbres, su idiosincrasia, sentirse en el ambiente chileno.
Ruegan, en consecuencia ubicarlos en Apartado D-13, Correo Local y solicitan la colaboración de
la colectividad para facilitarles la tarea.
En un futuro cercano visitará
el mineral el Presidente de la Iglesia, señor Robert Burton.[1]
Los primeros misioneros de la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días llamados a servir en
Chuquicamata fueron los élderes Wagner, Poole, Winegar y Clothier.
El día 13 de julio de 1967 los
misioneros mormones iniciaron su servicio en esta ciudad minera del norte de
Chile. El élder Wagner viajó desde La Serena a Chuquicamata para servir como el
Presidente de la Rama que recién se abría y su compañero sería el élder Poole,
quien a su vez había viajado desde la Rama de República en Santiago hasta esta nortina
ciudad.
Por su parte el Ëlder Winegar
quien serviría como Élder Presidente viajó desde la Rama de La Cisterna en Santiago
hasta Chuquicamata para servir junto al élder Clothier, quien también viajó
desde Santiago tras servir en la Rama de Colón.
Los misioneros mormones cumplen el mandato del Señor de ir de dos en dos y en los inicios de la obra misional de Chuquicamata esto no sería una excepción. Aquí había dos parejas de misioneros listos para iniciar una obra grande y maravillosa en este rincón árido y rico de nuestra nación Chilena.
El día 31 de septiembre de 1967 se informaba con este titular el arribo
de la Iglesia Mormona a Chuquicamata:
AVANZADA DE LA IGLESIA MORMONA EN CHUQUICAMATA.
Con el objeto de
fundar en Chuquicamata una sede de la Iglesia Mormona y realizar otro tanto en
Calama, se encuentra desde hace algunos días en este mineral una misión formada
por los jóvenes norteamericanos Élder Wagner, Élder Poole, Élder Clothiers y
Élder Winegar.
Comenzaron ya su
trabajo de proselitismo, siendo los primeros de este movimiento religioso en el
Departamento. Para difundir sus ideas usarán la Iglesia Universal[2]
de Chuquicamata.
Interior Iglesia Universal de Chuquicamata
Elder Wagner nos habló
de lo que ya hicieron en Chile. En nuestro país tienen 10 mil miembros en
iglesias repartidas a lo largo de la nación. En el norte están asentados en
Arica, Iquique, Antofagasta y La Serena. Por el sur llegan hasta Puerto Montt.
El joven misionero
explica con énfasis:”Nuestra organización se llama ‘La Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Últimos Días’… Nosotros creemos que el núcleo principal es la
familia. Tenemos un profeta viviente, es el Presidente de la Iglesia, David
O’McKay de 93 años de edad. Lo acompaña un quórum de 12 apóstoles vivientes,
que dirigen la misión alrededor del mundo. Comenzó nuestra Iglesia en 1830, con
6 miembros, por medio del profeta José Smith. Actualmente somos 3 millones de
miembros activos en el mundo. Los miembros de nuestra iglesia no beben licor,
té ni café y no fuman…”
Más adelante, en nuestra
conversación, Élder Wagner (Élder es un grado en el sacerdocio mormón) agregó:
“Nos basamos en 13 creencias principales[3].
No somos ni protestantes ni católicos, nuestra Iglesia es la Iglesia de
Jesucristo restaurada. El profeta José Smith, al visitar en 1820 las iglesias
de Nueva York, encontró que existía en ellas nada más que confusión. Al orar en
un bosque para pedir a Dios le indicara cual era la mejor, una luz descendió de
los cielos y el Padre y el Hijo le indicaron que fundara una”.[4]
Bautismo Mormón en el Río Loa
Noviembre de 1968
Los integrantes de la Iglesia Mormona que realizan un activo trabajo de evangelización y extensión religiosa en el Departamento El Loa, efectuaron recientemente el bautizo de tres fieles en las cercanías del Río Loa.
Después nos da otros
detalles, para información de nuestros lectores: “Nosotros somos sacerdotes que
tenemos una misión de dos años, fuera de nuestro hogar, sin recibir sueldo ni
ayudas. No podemos trabajar en Chile, porque una ley no lo permite. Todo lo
pagamos de nuestro bolsillo. Sin embargo, cuando hay miembros que salen en
misión y no pueden sufragar sus gastos, tenemos gente que contribuye a ellos.
Nuestra Iglesia tiene en Chile escuelas y liceos, al igual que en el resto del
mundo. En Estados Unidos tenemos una Universidad, la Universidad de Brigham
Young, con 21 mil estudiantes, es la más grande del mundo sostenida por una
Iglesia. En ella hay estudiantes chilenos y no tienen necesariamente que
pertenecer a NUESTRA ASOCIACIÓN”.
Finaliza, diciendo
Élder Wagner: “Estamos visitando los hogares de Chuquicamata y Calama para
hacerles dos preguntas principales:
1 ¿Cuanto sabe de la Iglesia Mormona? y
2. ¿Le gustaría saber más?
Estamos seguros que dentro de poco, con nuestro trabajo lograremos tener miembros activos de nuestra Iglesia”
Para 1968 la Rama de Chuquicamata ya está organizada y cuenta entre sus líderes a ciudadanos chilenos. La siguiente era la Presidencia de la Rama de Chuquicamata en septiembre de 1968, la que actuaba como una dependencia del Distrito de Antofagasta y de la Misión Chilena de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a tan solo un año de establecida la Iglesia en esa zona:
Presidencia de la Rama de Chuquicamata
Presidente.
Polibio González.
Primer
Consejero: Heriberto Reygada
Segundo Consejero: Mark Udy.
Información presentada al Sr. Alejandro Mihovilovich
Gratz
Director
Galería de la Historia de Concepción.
Concepción.
Por
Rodolfo A. Acevedo A.
15 de mayo de 2006.
En el año de los 50 años del Establecimiento de la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Chile.
1956 - 2006
[2] Esta cita
a la Iglesia Universal de Chuquicamata puede resultar de especial interés para
la investigación del Sr. Mihovilovich.
[3] Élder Wagner
aquí hizo referencia a los 13 Artículos de Fe de la Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Últimos Días los cuales cito a continuación:
1 Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y
en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.
2 Creemos que los hombres serán castigados por
sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.
3 Creemos que por la Expiación de Cristo, todo
el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y
ordenanzas del Evangelio.
4 Creemos que los primeros principios y
ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo,
Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los
pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.
5 Creemos que el hombre debe ser llamado por
Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la
autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus
ordenanzas.
6 Creemos en la misma organización que existió
en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros,
evangelistas, etc.
7 Creemos en el don de lenguas, profecía,
revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.
8 Creemos que la Biblia es la palabra de Dios
hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de
Mormón es la palabra de Dios.
9 Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo
que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes
asuntos pertenecientes al reino de Dios.
10 Creemos en la congregación literal del pueblo
de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva
Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará
personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su
gloria paradisíaca.
11 Reclamamos el derecho de adorar a Dios
Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos
a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que
deseen.
12 Creemos en estar sujetos a los reyes,
presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.
13 Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.
3 El siguiente es el relato personal del Profeta José Smith:
1 Debido a las muchas noticias que personas mal
dispuestas e insidiosas han hecho circular acerca del origen y progreso de La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con las cuales sus
autores han intentado combatir su reputación como Iglesia y su progreso en el
mundo, se me ha persuadido a escribir esta historia para sacar del error a la
opinión pública y presentar a los que buscan la verdad los hechos tal como han
sucedido, tanto en lo concerniente a mí, así como a la Iglesia, y lo hago hasta
donde el conocimiento de estos hechos me lo permite.
2 En este relato presentaré con verdad y
justicia los varios sucesos que con esta Iglesia se relacionan, tal como han
sucedido, o como en la actualidad existen, siendo ocho, con éste [1838], los
años que han transcurrido desde la organización de dicha Iglesia.
3 Nací en el año de nuestro Señor mil
ochocientos cinco, el día veintitrés de diciembre, en el pueblo de Sharon,
Condado de Windsor, Estado de Vermont. Tendría yo unos diez años de edad,
cuando mi padre, que también se llamaba José [Joseph] Smith, salió del Estado
de Vermont y se trasladó a Palmyra, Condado de Ontario (hoy Wayne), Estado de
Nueva York. Como a los cuatro años de la llegada de mi padre a Palmyra, se mudó
con su familia a Manchester, en el mismo Condado de Ontario.
4 Once personas integraban su familia, a saber,
mi padre Joseph Smith; mi madre, Lucy Smith (cuyo apellido de soltera era Mack,
hija de Solomon Mack); mis hermanos Alvin (fallecido el 19 de noviembre de
1823, a los veinticinco años de edad), Hyrum, yo, Samuel Harrison, William, Don
Carlos, y mis hermanas Sophronia, Catherine y Lucy.
5 Durante el segundo año de nuestra residencia
en Manchester, surgió en la región donde vivíamos una agitación extraordinaria
sobre el tema de la religión. Empezó entre los metodistas, pero pronto se
generalizó entre todas las sectas de la comarca. En verdad, parecía repercutir en toda la
región, y grandes multitudes se unían a los diferentes partidos religiosos,
ocasionando no poca agitación y división entre la gente; pues unos gritaban:
"¡He aquí!"; y otros: "¡He allí!" Unos contendían a favor
de la fe metodista, otros a favor de la presbiteriana y otros a favor de la
bautista.
6 Porque a pesar del gran amor expresado por
los conversos de estas distintas creencias en el momento de su conversión, y
del gran celo manifestado por los clérigos respectivos, que activamente
suscitaban y fomentaban este cuadro singular de sentimientos religiosos —a fin
de lograr convertir a todos, como se complacían en decir, pese a la secta que
fuere— sin embargo, cuando los conversos empezaron a dividirse, unos con este
partido y otros con aquél, se vio que los supuestos buenos sentimientos, tanto
de los sacerdotes como de los conversos, eran más fingidos que verdaderos;
porque siguió una escena de gran confusión y malos sentimientos —sacerdote
contendiendo con sacerdote, y converso con converso— de modo que toda esa buena
voluntad del uno para con el otro, si es que alguna vez la abrigaron, se había
perdido completamente en una lucha de palabras y contienda de opiniones.
7 Por esa época tenía yo catorce años de edad.
La familia de mi padre se convirtió a la fe presbiteriana; y cuatro de ellos
ingresaron a esa iglesia, a saber, mi madre Lucy, mis hermanos Hyrum y Samuel
Harrison, y mi hermana Sophronia.
8 Durante estos días de tanta agitación,
invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud; pero no obstante la
intensidad de mis sentimientos, que a menudo eran punzantes, me conservé
apartado de todos estos grupos, aunque concurría a sus respectivas reuniones
cada vez que la ocasión me lo permitía. Con el transcurso del tiempo llegué a
inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a
ella, pero eran tan grandes la confusión y la contención entre las diferentes
denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin
ninguna experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una
determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no.
9 Tan grande e incesante eran el clamor y el
alboroto, que a veces mi mente se agitaba en extremo. Los presbiterianos
estaban decididamente en contra de los bautistas y de los metodistas, y se
valían de toda la fuerza del razonamiento, así como de la sofistería, para
demostrar los errores de aquéllos, o por lo menos, hacer creer a la gente que
estaban en error. Por otra parte los bautistas y los metodistas, a su vez, se
afanaban con el mismo celo para establecer sus propias doctrinas y refutar las
demás.
10 En medio de esta guerra de palabras y tumulto
de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos
estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero,
¿cuál es, y cómo podré saberlo?
11 Agobiado bajo el peso de las graves
dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos, un día
estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que
dice: Y si alguno de vosotros tiene falta
de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche,
y le será dada.
12 Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró
el corazón de un hombre con más fuerza que éste en esta ocasión, el mío.
Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité
repetidas veces, sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa
persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor
conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber; porque los
maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de
las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de
resolver el problema recurriendo a la Biblia.
13 Finalmente llegué a la conclusión de que
tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo
que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios. Al fin tomé la determinación
de "pedir a Dios", habiendo decidido que si él daba sabiduría a
quienes carecían de ella, y la impartía abundantemente y sin reprochar, yo
podría intentarlo.
14 Por consiguiente, de acuerdo con esta
resolución mía de recurrir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba.
Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera
de 1820. Era la primera vez en mi vida que hacía tal intento, porque en medio
de toda mi ansiedad, hasta ahora no había procurado orar vocalmente.
15 Después de apartarme al lugar que previamente
había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me arrodillé y
empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón. Apenas lo hube hecho, cuando
súbitamente se apoderó de mí una fuerza que me dominó por completo, y surtió
tan asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo que no pude
hablar. Una densa oscuridad se formó alrededor de mí, y por un momento me
pareció que estaba destinado a una destrucción repentina.
16 Mas esforzándome con todo mi aliento por
pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había apoderado
de mí, y en el momento en que estaba para hundirme en la desesperación y
entregarme a la destrucción —no a una ruina imaginaria, sino al poder de un ser
efectivo del mundo invisible que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca
había sentido en ningún otro ser— precisamente en este momento de tan grande
alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de
mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.
17 No bien se apareció, me sentí libre del
enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba
de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de
ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!
18 Había sido mi objeto recurrir al Señor para
saber cuál de todas las sectas era la verdadera, a fin de saber a cuál unirme.
Por tanto, luego que me hube recobrado lo suficiente para poder hablar,
pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de mí, cuál de todas las
sectas era la verdadera (porque hasta ese momento nunca se me había ocurrido
pensar que todas estuvieran en error), y a cuál debía unirme.
19 Se me contestó que no debía unirme a ninguna,
porque todas estaban en error; y el Personaje que me habló dijo que todos sus
credos eran una abominación a su vista; que todos aquellos profesores se habían
pervertido; que "con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de
mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia
de piedad, mas negando la eficacia de ella".
20 De nuevo me mandó que no me uniera a ninguna
de ellas; y muchas otras cosas me dijo que no puedo escribir en esta ocasión.
Cuando otra vez volví en mí, me encontré de espaldas mirando hacia el cielo. Al
retirarse la luz, me quedé sin fuerzas, pero poco después, habiéndome recobrado
hasta cierto punto, volví a casa. Al apoyarme sobre la mesilla de la chimenea,
mi madre me preguntó si algo me pasaba. Yo le contesté: "Pierda cuidado,
todo está bien; me siento bastante bien". Entonces le dije: "He
sabido a satisfacción mía que el presbiterianismo no es verdadero". Parece
que desde los años más tiernos de mi vida el adversario sabía que yo estaba
destinado a perturbar y molestar su reino; de lo contrario, ¿por qué habían de
combinarse en mi contra los poderes de las tinieblas? ¿Cuál era el motivo de la
oposición y persecución que se desató contra mí casi desde mi infancia?
21 A los pocos días de haber visto esta visión,
me encontré por casualidad en compañía de uno de los ministros metodistas, uno
muy activo en la ya mencionada agitación religiosa; y hablando con él de
asuntos religiosos, aproveché la oportunidad para relatarle la visión que yo
había visto. Su conducta me sorprendió grandemente; no sólo trató mi narración
livianamente, sino con mucho desprecio, diciendo que todo aquello era del
diablo; que no había tales cosas como visiones ni revelaciones en estos días;
que todo eso había cesado con los apóstoles, y que no volvería a haber más.
22 Sin embargo, no tardé en descubrir que mi
relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí entre los profesores de
religión, y fue la causa de una fuerte persecución, cada vez mayor; y aunque no
era yo sino un muchacho desconocido, apenas entre los catorce y quince años de
edad, y tal mi posición en la vida que no era un joven de importancia alguna en
el mundo, sin embargo, los hombres de elevada posición se fijaban en mí lo
suficiente para agitar el sentimiento público en mi contra y provocar con ello
una encarnizada persecución; y esto fue general entre todas las sectas: todas
se unieron para perseguirme.
23 En aquel tiempo me fue motivo de seria
reflexión, y frecuentemente lo ha sido desde entonces, cuán extraño que un
muchacho desconocido de poco más de catorce años, y además, uno que estaba bajo
la necesidad de ganarse un escaso sostén con su trabajo diario, fuese
considerado persona de importancia suficiente para llamar la atención de los
grandes personajes de las sectas más populares del día; y a tal grado, que
suscitaba en ellos un espíritu de la más rencorosa persecución y vilipendio.
Pero, extraño o no, así aconteció; y a menudo fue motivo de mucha tristeza para
mí.
24 Sin embargo, no por esto dejaba de ser un
hecho el que yo hubiera visto una visión. He pensado desde entonces que me
sentía igual que Pablo, cuando presentó su defensa ante el rey Agripa y refirió
la visión, en la cual vio una luz y oyó una voz. Mas con todo, fueron pocos los
que le creyeron; unos dijeron que estaba mintiendo; otros, que estaba loco; y
se burlaron de él y lo vituperaron. Pero nada de esto destruyó la realidad de
su visión. Había visto una visión, y él lo sabía, y toda la persecución debajo
del cielo no iba a cambiar ese hecho; y aunque lo persiguieran hasta la muerte,
aún así sabía, y sabría hasta su último aliento, que había visto una luz así
como oído una voz que le habló; y el mundo entero no pudo hacerlo pensar ni
creer lo contrario.
25 Así era conmigo. Yo efectivamente había visto
una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me
hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una
visión, no obstante, era cierto; y mientras me perseguían, y me vilipendiaban,
y decían falsamente toda clase de mal en contra de mí por afirmarlo, yo pensaba
en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad he visto
una visión, y ¿quién soy yo para oponerme a Dios?, o ¿por qué piensa el mundo
hacerme negar lo que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo
sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo
menos, sabía que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación.
26 Mi mente ya estaba satisfecha en lo que
concernía al mundo sectario: que mi deber era no unirme a ninguno de ellos,
sino permanecer como estaba hasta que se me dieran más instrucciones. Había
descubierto que el testimonio de Santiago era cierto: que si el hombre carece
de sabiduría, puede pedirla a Dios y obtenerla sin reproche.