jueves, 22 de mayo de 2025

Establecimiento de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Chuquicamata.

 

 Establecimiento de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Chuquicamata.


Por

Rodolfo A. Acevedo A.

15 de mayo de 2006. 

 

MORMONES FORMARAN MISION EN CHUQUI

 

Vista de Chuquicamata desde el Hospital Glover

 

“Se encuentran en Chile y en estos días en el mineral, procedentes de los  Estados Unidos, los señores James Wagner, Eddie Clothier, D. A. Winegar y Morris Pool.

Pertenecen a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días conocida como Mormona. El objeto de su visita es tomar los contactos necesarios para formar en Chuquicamata misiones de esta iglesia de la que ya tienen en otros puntos del país.

Con tal motivo, desearían vivir por determinados períodos en los hogares de los trabajadores de CEC, pagando – obviamente la pensión correspondiente. Ellos quieren conocer sus costumbres, su idiosincrasia, sentirse en el ambiente chileno.

Ruegan, en consecuencia  ubicarlos en Apartado D-13,  Correo Local y solicitan la colaboración de la colectividad para facilitarles la tarea.

En un futuro cercano visitará el mineral el Presidente de la Iglesia, señor Robert Burton.[1]

 

 

Los primeros misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días llamados a servir en Chuquicamata fueron los élderes Wagner, Poole, Winegar y Clothier.

El día 13 de julio de 1967 los misioneros mormones iniciaron su servicio en esta ciudad minera del norte de Chile. El élder Wagner viajó desde La Serena a Chuquicamata para servir como el Presidente de la Rama que recién se abría y su compañero sería el élder Poole, quien a su vez había viajado desde la Rama de República en Santiago hasta esta nortina ciudad.

Por su parte el Ëlder Winegar quien serviría como Élder Presidente viajó desde la Rama de La Cisterna en Santiago hasta Chuquicamata para servir junto al élder Clothier, quien también viajó desde Santiago tras servir en la Rama de Colón.

Los misioneros mormones cumplen el mandato del Señor de ir de dos en dos y en los inicios de la obra misional de Chuquicamata esto no sería una excepción. Aquí había dos parejas de misioneros listos para iniciar una obra grande y maravillosa en este rincón árido y rico de nuestra nación Chilena.

El día 31 de septiembre de 1967 se informaba con este titular el arribo de la Iglesia Mormona a Chuquicamata:

 

AVANZADA DE LA IGLESIA MORMONA EN CHUQUICAMATA.

 

            Con el objeto de fundar en Chuquicamata una sede de la Iglesia Mormona y realizar otro tanto en Calama, se encuentra desde hace algunos días en este mineral una misión formada por los jóvenes norteamericanos Élder Wagner, Élder Poole, Élder Clothiers y Élder Winegar.

            Comenzaron ya su trabajo de proselitismo, siendo los primeros de este movimiento religioso en el Departamento. Para difundir sus ideas usarán la Iglesia Universal[2] de Chuquicamata.

 

 

Interior Iglesia Universal de Chuquicamata

 

            Elder Wagner nos habló de lo que ya hicieron en Chile. En nuestro país tienen 10 mil miembros en iglesias repartidas a lo largo de la nación. En el norte están asentados en Arica, Iquique, Antofagasta y La Serena. Por el sur llegan hasta Puerto Montt.

            El joven misionero explica con énfasis:”Nuestra organización se llama ‘La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’… Nosotros creemos que el núcleo principal es la familia. Tenemos un profeta viviente, es el Presidente de la Iglesia, David O’McKay de 93 años de edad. Lo acompaña un quórum de 12 apóstoles vivientes, que dirigen la misión alrededor del mundo. Comenzó nuestra Iglesia en 1830, con 6 miembros, por medio del profeta José Smith. Actualmente somos 3 millones de miembros activos en el mundo. Los miembros de nuestra iglesia no beben licor, té ni café y no fuman…”

            Más adelante, en nuestra conversación, Élder Wagner (Élder es un grado en el sacerdocio mormón) agregó: “Nos basamos en 13 creencias principales[3]. No somos ni protestantes ni católicos, nuestra Iglesia es la Iglesia de Jesucristo restaurada. El profeta José Smith, al visitar en 1820 las iglesias de Nueva York, encontró que existía en ellas nada más que confusión. Al orar en un bosque para pedir a Dios le indicara cual era la mejor, una luz descendió de los cielos y el Padre y el Hijo le indicaron que fundara una”.[4]

 

 

Bautismo Mormón en el Río Loa

Noviembre de 1968

 

 

Los integrantes de la Iglesia Mormona que realizan un activo trabajo de evangelización y extensión religiosa en el Departamento El Loa, efectuaron recientemente el bautizo de tres fieles en las cercanías del Río Loa.

            Después nos da otros detalles, para información de nuestros lectores: “Nosotros somos sacerdotes que tenemos una misión de dos años, fuera de nuestro hogar, sin recibir sueldo ni ayudas. No podemos trabajar en Chile, porque una ley no lo permite. Todo lo pagamos de nuestro bolsillo. Sin embargo, cuando hay miembros que salen en misión y no pueden sufragar sus gastos, tenemos gente que contribuye a ellos. Nuestra Iglesia tiene en Chile escuelas y liceos, al igual que en el resto del mundo. En Estados Unidos tenemos una Universidad, la Universidad de Brigham Young, con 21 mil estudiantes, es la más grande del mundo sostenida por una Iglesia. En ella hay estudiantes chilenos y no tienen necesariamente que pertenecer a NUESTRA ASOCIACIÓN”.

            Finaliza, diciendo Élder Wagner: “Estamos visitando los hogares de Chuquicamata y Calama para hacerles dos preguntas principales:

1 ¿Cuanto sabe de la Iglesia Mormona?  y

2. ¿Le gustaría saber más?

Estamos seguros que dentro de poco, con nuestro trabajo lograremos tener miembros activos de nuestra Iglesia”

            Para 1968 la Rama de Chuquicamata ya está organizada y cuenta entre sus líderes a ciudadanos chilenos. La siguiente era la Presidencia de la Rama de Chuquicamata en septiembre de 1968, la que actuaba como una dependencia del Distrito de Antofagasta y de la Misión Chilena de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a tan solo un año de establecida la Iglesia en esa zona:


            Presidencia de la Rama de Chuquicamata 

Presidente. Polibio González.

Primer Consejero: Heriberto Reygada

Segundo Consejero: Mark Udy.

Información presentada al Sr. Alejandro Mihovilovich Gratz

Director

Galería de la Historia de Concepción.

Concepción.

Por

Rodolfo A. Acevedo A.

15 de mayo de 2006.

En el año de los 50 años del Establecimiento de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Chile.

1956 - 2006

 

 

 



NOTAS

 

 

 

[1] Semanario Oasis.. Chuquicamata. 22 de julio de 1967. p. 8.

 

[2] Esta cita a la Iglesia Universal de Chuquicamata puede resultar de especial interés para la investigación del  Sr. Mihovilovich.

 

[3] Élder Wagner aquí hizo referencia a los 13 Artículos de Fe de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días  los cuales cito a continuación:

 

1  Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.

2  Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.

3  Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.

4  Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.

5  Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.

6  Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.

7  Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.

8  Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.

9  Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.

10  Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.

11  Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen.

12  Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.

13  Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo:  Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas.  Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.

3 El siguiente es el relato personal del Profeta José Smith: 

1  Debido a las muchas noticias que personas mal dispuestas e insidiosas han hecho circular acerca del origen y progreso de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con las cuales sus autores han intentado combatir su reputación como Iglesia y su progreso en el mundo, se me ha persuadido a escribir esta historia para sacar del error a la opinión pública y presentar a los que buscan la verdad los hechos tal como han sucedido, tanto en lo concerniente a mí, así como a la Iglesia, y lo hago hasta donde el conocimiento de estos hechos me lo permite.

2  En este relato presentaré con verdad y justicia los varios sucesos que con esta Iglesia se relacionan, tal como han sucedido, o como en la actualidad existen, siendo ocho, con éste [1838], los años que han transcurrido desde la organización de dicha Iglesia.

3  Nací en el año de nuestro Señor mil ochocientos cinco, el día veintitrés de diciembre, en el pueblo de Sharon, Condado de Windsor, Estado de Vermont. Tendría yo unos diez años de edad, cuando mi padre, que también se llamaba José [Joseph] Smith, salió del Estado de Vermont y se trasladó a Palmyra, Condado de Ontario (hoy Wayne), Estado de Nueva York. Como a los cuatro años de la llegada de mi padre a Palmyra, se mudó con su familia a Manchester, en el mismo Condado de Ontario.

4  Once personas integraban su familia, a saber, mi padre Joseph Smith; mi madre, Lucy Smith (cuyo apellido de soltera era Mack, hija de Solomon Mack); mis hermanos Alvin (fallecido el 19 de noviembre de 1823, a los veinticinco años de edad), Hyrum, yo, Samuel Harrison, William, Don Carlos, y mis hermanas Sophronia, Catherine y Lucy.

5  Durante el segundo año de nuestra residencia en Manchester, surgió en la región donde vivíamos una agitación extraordinaria sobre el tema de la religión. Empezó entre los metodistas, pero pronto se generalizó entre todas las sectas de la comarca.  En verdad, parecía repercutir en toda la región, y grandes multitudes se unían a los diferentes partidos religiosos, ocasionando no poca agitación y división entre la gente; pues unos gritaban: "¡He aquí!"; y otros: "¡He allí!" Unos contendían a favor de la fe metodista, otros a favor de la presbiteriana y otros a favor de la bautista.

6  Porque a pesar del gran amor expresado por los conversos de estas distintas creencias en el momento de su conversión, y del gran celo manifestado por los clérigos respectivos, que activamente suscitaban y fomentaban este cuadro singular de sentimientos religiosos —a fin de lograr convertir a todos, como se complacían en decir, pese a la secta que fuere— sin embargo, cuando los conversos empezaron a dividirse, unos con este partido y otros con aquél, se vio que los supuestos buenos sentimientos, tanto de los sacerdotes como de los conversos, eran más fingidos que verdaderos; porque siguió una escena de gran confusión y malos sentimientos —sacerdote contendiendo con sacerdote, y converso con converso— de modo que toda esa buena voluntad del uno para con el otro, si es que alguna vez la abrigaron, se había perdido completamente en una lucha de palabras y contienda de opiniones.

7  Por esa época tenía yo catorce años de edad. La familia de mi padre se convirtió a la fe presbiteriana; y cuatro de ellos ingresaron a esa iglesia, a saber, mi madre Lucy, mis hermanos Hyrum y Samuel Harrison, y mi hermana Sophronia.

8  Durante estos días de tanta agitación, invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud; pero no obstante la intensidad de mis sentimientos, que a menudo eran punzantes, me conservé apartado de todos estos grupos, aunque concurría a sus respectivas reuniones cada vez que la ocasión me lo permitía. Con el transcurso del tiempo llegué a inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a ella, pero eran tan grandes la confusión y la contención entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no.

9  Tan grande e incesante eran el clamor y el alboroto, que a veces mi mente se agitaba en extremo. Los presbiterianos estaban decididamente en contra de los bautistas y de los metodistas, y se valían de toda la fuerza del razonamiento, así como de la sofistería, para demostrar los errores de aquéllos, o por lo menos, hacer creer a la gente que estaban en error. Por otra parte los bautistas y los metodistas, a su vez, se afanaban con el mismo celo para establecer sus propias doctrinas y refutar las demás.

10  En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?

11  Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos, un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

12  Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que éste en esta ocasión, el mío. Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces, sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber; porque los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia.

13  Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios. Al fin tomé la determinación de "pedir a Dios", habiendo decidido que si él daba sabiduría a quienes carecían de ella, y la impartía abundantemente y sin reprochar, yo podría intentarlo.

14  Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución mía de recurrir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba. Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820. Era la primera vez en mi vida que hacía tal intento, porque en medio de toda mi ansiedad, hasta ahora no había procurado orar vocalmente.

15  Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón. Apenas lo hube hecho, cuando súbitamente se apoderó de mí una fuerza que me dominó por completo, y surtió tan asombrosa influencia en mí, que se me trabó la lengua, de modo que no pude hablar. Una densa oscuridad se formó alrededor de mí, y por un momento me pareció que estaba destinado a una destrucción repentina.

16  Mas esforzándome con todo mi aliento por pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había apoderado de mí, y en el momento en que estaba para hundirme en la desesperación y entregarme a la destrucción —no a una ruina imaginaria, sino al poder de un ser efectivo del mundo invisible que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca había sentido en ningún otro ser— precisamente en este momento de tan grande alarma vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.

17  No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!

18  Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la verdadera, a fin de saber a cuál unirme. Por tanto, luego que me hube recobrado lo suficiente para poder hablar, pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de mí, cuál de todas las sectas era la verdadera (porque hasta ese momento nunca se me había ocurrido pensar que todas estuvieran en error), y a cuál debía unirme.

19  Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el Personaje que me habló dijo que todos sus credos eran una abominación a su vista; que todos aquellos profesores se habían pervertido; que "con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella".

20  De nuevo me mandó que no me uniera a ninguna de ellas; y muchas otras cosas me dijo que no puedo escribir en esta ocasión. Cuando otra vez volví en mí, me encontré de espaldas mirando hacia el cielo. Al retirarse la luz, me quedé sin fuerzas, pero poco después, habiéndome recobrado hasta cierto punto, volví a casa. Al apoyarme sobre la mesilla de la chimenea, mi madre me preguntó si algo me pasaba. Yo le contesté: "Pierda cuidado, todo está bien; me siento bastante bien". Entonces le dije: "He sabido a satisfacción mía que el presbiterianismo no es verdadero". Parece que desde los años más tiernos de mi vida el adversario sabía que yo estaba destinado a perturbar y molestar su reino; de lo contrario, ¿por qué habían de combinarse en mi contra los poderes de las tinieblas? ¿Cuál era el motivo de la oposición y persecución que se desató contra mí casi desde mi infancia?

21  A los pocos días de haber visto esta visión, me encontré por casualidad en compañía de uno de los ministros metodistas, uno muy activo en la ya mencionada agitación religiosa; y hablando con él de asuntos religiosos, aproveché la oportunidad para relatarle la visión que yo había visto. Su conducta me sorprendió grandemente; no sólo trató mi narración livianamente, sino con mucho desprecio, diciendo que todo aquello era del diablo; que no había tales cosas como visiones ni revelaciones en estos días; que todo eso había cesado con los apóstoles, y que no volvería a haber más.

22  Sin embargo, no tardé en descubrir que mi relato había despertado mucho prejuicio en contra de mí entre los profesores de religión, y fue la causa de una fuerte persecución, cada vez mayor; y aunque no era yo sino un muchacho desconocido, apenas entre los catorce y quince años de edad, y tal mi posición en la vida que no era un joven de importancia alguna en el mundo, sin embargo, los hombres de elevada posición se fijaban en mí lo suficiente para agitar el sentimiento público en mi contra y provocar con ello una encarnizada persecución; y esto fue general entre todas las sectas: todas se unieron para perseguirme.

23  En aquel tiempo me fue motivo de seria reflexión, y frecuentemente lo ha sido desde entonces, cuán extraño que un muchacho desconocido de poco más de catorce años, y además, uno que estaba bajo la necesidad de ganarse un escaso sostén con su trabajo diario, fuese considerado persona de importancia suficiente para llamar la atención de los grandes personajes de las sectas más populares del día; y a tal grado, que suscitaba en ellos un espíritu de la más rencorosa persecución y vilipendio. Pero, extraño o no, así aconteció; y a menudo fue motivo de mucha tristeza para mí.

24  Sin embargo, no por esto dejaba de ser un hecho el que yo hubiera visto una visión. He pensado desde entonces que me sentía igual que Pablo, cuando presentó su defensa ante el rey Agripa y refirió la visión, en la cual vio una luz y oyó una voz. Mas con todo, fueron pocos los que le creyeron; unos dijeron que estaba mintiendo; otros, que estaba loco; y se burlaron de él y lo vituperaron. Pero nada de esto destruyó la realidad de su visión. Había visto una visión, y él lo sabía, y toda la persecución debajo del cielo no iba a cambiar ese hecho; y aunque lo persiguieran hasta la muerte, aún así sabía, y sabría hasta su último aliento, que había visto una luz así como oído una voz que le habló; y el mundo entero no pudo hacerlo pensar ni creer lo contrario.

25  Así era conmigo. Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto; y mientras me perseguían, y me vilipendiaban, y decían falsamente toda clase de mal en contra de mí por afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad he visto una visión, y ¿quién soy yo para oponerme a Dios?, o ¿por qué piensa el mundo hacerme negar lo que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo menos, sabía que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación.

26  Mi mente ya estaba satisfecha en lo que concernía al mundo sectario: que mi deber era no unirme a ninguno de ellos, sino permanecer como estaba hasta que se me dieran más instrucciones. Había descubierto que el testimonio de Santiago era cierto: que si el hombre carece de sabiduría, puede pedirla a Dios y obtenerla sin reproche.

 

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