CHILE “LO MEJOR DE UNA COSA”
Páginas Locales. Liahona, septiembre de 1990.
El nombre de Chile guarda entre sus
letras el nombre del Patriarca Lehi, y para sus descendientes que habitaron sus
tierras, al momento de la llegada del conquistador español, su nombre
significaba “Lo mejor de una cosa”.
El propio conquistador español don
Pedro de Valdivia escribió sobre las bondades de esta tierra en una carta que
dirigiera al emperador Carlos V y cuyo texto es el siguiente:
“Y para que haga saber a los
mercaderes y gentes que se quisieren venir a avecindar, que vengan, porque esta
tierra es tal que para poder vivir en ella y perpetuarse no la hay mejor en el
mundo; dígolo porque es muy llana, sanísima, de mucho contento, tiene cuatro
meses de invierno no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto de luna,
que llueve un día a dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay
para qué llegarse al fuego. El verano es tan templado y corren tan deleitosos
aires, que todo el día se puede el hombre andar al sol, que no le es importuno.
Es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo género de ganado
y plantas que se puede pintar, mucha y muy linda madera para hacer casas,
infinidad otra de leña para el servicio de ellas, y las minas riquísimas de
oro, y toda la tierra está llena de ello, y donde quiera que quisieren sacarlo
allí hallarán en que sembrar y con que edificar y agua, leña y yerba para sus
ganados, que parece lo creo Dios a posta para poderlo tener todo a la mano”.[1]
Estas palabras de Valdivia nos hacen
evocar otras palabras inspiradas escritas por el profeta Nefi casi dos mil años
antes, en las que se refirió a la tierra prometida en la cual fueron bendecidos
con abundancia, con suelos fértiles para sus semillas, con animales de toda
especie y toda clase de minerales.
Ente los años 600 y 592 antes de
Cristo el propio profeta Nefi registró otras palabras que relataban su visión
del destino de América y por lo tanto de nuestro país, el cual se inserta en el
destino de esta tierra escogida como un todo, y es con esta perspectiva
histórica y espiritual que los Santos chilenos celebramos este año los 180 años
de nuestra vida como nación independiente.
De acuerdo con la visión de Nefi[2]
el redescubrimiento de estas tierras americanas por parte de Cristóbal Colón
llevaba en su seno la semilla de la futura liberación de estos pueblos del
dominio monárquico de sus madres patrias (Inglaterra, Portugal y España),
habiendo sido estos acontecimientos “preordinados en los concilios eternos” y
sus actores, inspirados por el Espíritu Santo.
Esta lucha por la libertad de las
naciones americanas se dio primeramente en Norteamérica y posteriormente en
forma simultánea en casi todos los países de Sudamérica a principios del siglo
XIX, en cumplimiento de una profecía y como una preparación para los días en
que el evangelio de nuestro Señor Jesucristo sería restaurado en la tierra,
hecho maravilloso que comenzaría a gestarse en la primavera de 1820, cuando el
joven campesino llamado José Smith vio a Dios Padre y al Hijo Jesucristo en una
arboleda de Nueva York.
Este es el significado espiritual y
profundo de nuestro día patrio 18 de septiembre de 1810, año en que además de
iniciarse la gestación de nuestra independencia política de España, se echarían
las bases para nuestra futura independencia espiritual.
Cada corazón Santo de los Últimos
Días guarda este maravilloso conocimiento de la visión de Nefi y de que la
Independencia de nuestro país fue un acto inspirado por Dios, y también el
deseo de que este conocimiento llegue a cada corazón de nuestra patria en la
esperanza, también profetizada, de que un día la Iglesia llegaría a ser la
principal influencia espiritual en nuestro país[3].