Para mi familia, hermanos y amigos. En este blog irá quedando reflejado gradualmente mi contribución a la Iglesia de Jesucristo de los Santo de los Últimos Dias a través del tiempo y de mis escritos, investigaciones y traducciones, como un legado para las futuras generaciones y con la vista fija en el engrandecimiento de la obra de Dios en nuestro querido país de Chile. Que el Señor les bendiga, Con aprecio, Rodolfo A. Acevedo. 23 de septiembre de 2011
Esta es una Carta enviada por el historiador Rodolfo Acevedo a la Familia Ñuñez por el Fallecimiento del primer Misionero Sacerdote Chileno guillermo Ñuñez.
con la autorizacion de Liliana Nuñez Cruz les comparto esta hermosa Carta, para que sigamos honrando a Nuestros Pioneros.
ADIOS AMIGO Y HERMANO
Recién habían pasado dos horas del fallecimiento de su padre cuando su hijo Carlos me llamó a mi casa en Puente Alto el jueves 8 de marzo recién pasado, por el tono de su voz y por lo inusual de la hora sentí que algo grave había sucedido y que tenía una noticia triste para darme. Hermano Acevedo, me dijo, recién hace dos horas ha fallecido mi padre en Valparaíso, creo que entre las cosas que le dije a Carlos esa noche fue que su padre había sido un pionero de la Iglesia y que en su historia siempre ocuparía un lugar muy especial ya que había sido el primer joven chileno llamado a servir como misionero de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Le dije a Carlos que en estos momentos de prueba y de dolor por la partida de un ser querido, y especialmente si se trata de nuestro padre el sacerdocio que poseemos nos da un valor especial para enfrentar estos momentos difíciles, un valor que nos permite magnificar nuestro sacerdocio en todos los preparativos para la despedida de nuestro ser querido. Le dije a Carlos que yo había vivido similar experiencia cuando tuve que despedir a mi propio padre hace tres años atrás.
Recordé esa noche el día en que en que le visité en su hogar de Quilpué y juntos almorzamos con su querida esposa Liliana y sus niños y hablamos de su experiencia misional.
Nuestro hermano Guillermo había nacido en Valparaísoel día 31 de diciembre de 1939, siendo sus padres Luis Alberto y Otilia Raquel. El mismo puerto que le vio nacer a la mortalidad lo vio también nacer a la inmortalidad, y es que nuestro hermano el día en que su espíritu abandonó su cuerpo mortal para seguir el camino de toda la tierra, realmente había nacido a la inmortalidad, regresando a la presencia de su Padre Celestial y a reencontrarse con sus seres queridos y los grandes líderes de la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo ya fallecidos. Ese día jueves él inició una nueva y gloriosa etapa en su vida, la de la eternidad que espera a cada uno de los hijos de Dios.
Sin embargo esta preparación en la tierra, que incluía este paso que llamamos muerte, tan necesario para volver a reencontranos con Dios onuestro Padre Celestial, nuestro hermano Guillermo ya lo había iniciado el día de su bautismo en la tierra un día 23 de agosto de 1958, cuando siguiendo el ejemplo del Salvador entró a las aguas bautismales siendo un jovencito de 19 años. Hoy día lo despedimos como un Sumo Sacerdote del Señor, como uno de sus más valientes guerreros de esta dispensación, la última antes de la segunda venida del Salvador a la tierra y que fuera inaugurada con la restauración del evangelio de Jesucristo en la tierra por medio del profeta José Smith a principios del siglo XIX.
El 13 de julio de 1959 asume la responsabilidad de ser un misionero de la fe que había abrazado recientemente y es así como sale a servir al Señor en los días pioneros de la Iglesia en Chile, de hecho él con su decisión se convirtió en el primer élder misionero chileno, siendo llamado por una de las misioneras gringas de aquellos días, en los días en que la mayoría de los misioneros eran jóvenes norteamericanos, “el más chileno de los misioneros”.
Como un misionero el élder Nuñez pertenecía a la Misión Argentina, ya que Chile era un distrito de esta misión, y así fue hasta el día en que fue transferido a la recién creada Misión Andina que comprendió los países de Chile y Perú, era el día 29 de octubre de 1959 y el élder Nuñez servía junto con el élder Carl Christensen en Concepción.
Estos son recuerdos muy familiares y queridos para mí ya que están grabados en la historia de la Iglesia en nuestro pais, y que ahora doy a conocer a ustedes como una faceta muy especial en la vida de quien fuera nuestro hermano Guillermo Eduardo Nuñez Reyes.
Carlos, querida familia Nuñez reciban el aprecio de mi familia en este momento especial de vuestras vidas, vuestro padre ha nacido a la inmortalidad y a partido como un hijo fiel de nuestro Padre Celestial.
Que el Señor les bendiga,
Lo digo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Amén.
Con Motivo de la visita a
nuestro país del Élder Hugh B.Brown a principios de la década de 1960, un
artículo en la prensa de Santiago evocó la relación entre los mormones y los
chilenos en el siglo XIX como “una historia de amistad”:
“Cuando las campanas del oro de
California tocaron a rebato a fines de 1848 y acudieron hombres de todas partes
del mundo y los chilenos en un número que llegó a 30,000, y los mormones por la
cercanía, de San Francisco, Sacramento y el río Frazer, se contaron también
entre los primeros mineros y pobladores.
Como otras colectividades que se
dedicaban al trabajo, los mormones recibieron con interés a los chilenos que
eran valiosos como elemento de trabajo y por su aporte al progreso. Sus naves
llegaban en gran número y algunas se quedaba en la playa para servir de
viviendas, almacenes y hasta como postas de primeros auxilios. Los chilenos
levantaron barrios y hasta fundaron una villa. Ellos llevaban para su venta,
trigo y harina, otros productos de la agricultura y hasta casas por armar. Gran
parte constituían núcleos de trabajo.
Eran buenos trabajadores en los
caminos, en las minas, en la construcción. Eran, además, uno de los contados
grupos que hacían frente a los “galgos”, precursores de los gansters, y los
cuales recibían la escoria que arrojaban todas las naciones, eran temidos por
su audacia y su violencia. Aunque los chilenos comenzaron a dispersarse,
contaban en San Francisco, con un barrio que denominaba Chilecito. De allí
salían a defender a víctimas de los “galgos” cuyo más atrevido enemigo era el
antiguo jefe de los mormones de la región, el norteamericano Brannan”.
La
Fiebre del Oro en California y los
chilenos.
1848
La noticia
del descubrimiento del oro en California llegó a Chilea bordo
del Bergantín nacional J.R.S. que procedía de Yerbas Buenas el 18 de agosto de
1848, tan solo cinco meses después de que la noticia del descubrimiento se
hiciera pública. Se ha escrito que la cantidad de chilenos que viajó a
California fluctuó entre los 20 y los 30 mil, de los cuales solo unos ocho mil
se quedaron esparcidos por el territorio americano.
Se ha escrito mucho sobre el empuje de los chilenos en
California, “eran diablos vomitados del infierno en otro infierno peor –dijo de
ellos “El Eco” de San Francisco, en 1880. Los chilenos han dejado entre
nosotros un recuerdo imborrable de pujanza y bravura”.
El Asalto a Chilecito
La bravura del chileno y el apoyo de los mormones a ellos
quedó de manifiesta cuando su campamento Chilecito fue atacado por una pandilla
llamados Galgos en California. El siguiente relato resume muy bien estos
antecedentes que hablan muy bien de la amistad entre los mormones y los
chilenos en la California
del siglo XIX:
“No se sabe con que motivo…Chilecito fue atacado, saqueado y
destruido por estas langostas humanas. Sus moradores no tenían medios de
defensa y fueron cogidos, para colmo, de sorpresa. Todo lo que pudieron hacer
fue contestar con una lluvia de piedras, cuando ya sus carpas y barracas
estaban arrasadas o eran pasto del fuego.
Tal fue la indignación popular, que un pacífico mormón se
trepó al tejado de su casay arengó al
pueblo para organizar la persecución de los criminales. De resultas de este reunion,
se improvisó una guardia cívica armada de pistolas y cuchillos, que después de
un día de faena logró acorralar a una parte de la banda. Dieciocho de sus
miembros…fueron maniatados y llevados a un buque de guerra[1]”.
Para
don Vicente Pérez Rosales quien viajó a California los Galgos de San Francisco
eran:
“una sociedad de bandidos…compuesta de vagos,
jugadores y borrachos, que, unidos por la mancomunidad del crimen, tenían por
lema salirse siempre con la suya. Precédanlos en todas partes el asco y el
miedo que infundían con su provocadora presencia, en todas partes, la camorra y
la violencia, que no les perdían pisada donde establecían sus reales”[2].
“Los
Galgos…hacían frecuentes incursionesen
las poblaciones de Clark’s Point y de Telegraph Hill, donde se aprovechaban de
las mujeres, arrasaban el suelo, las viviendas y se llevaban sus pobres trapos.
Semejantes atrocidades ocurrían al terminar sus fiestas como punto final de la
alegría, y la justificaban diciendo que tenían orden del Alcalde de San
Francisco de librar la ciudad de los hispanoamericanos.”[3]
Finalmente ocurrió lo que tenía
que esperarse de aquellos bandidos, a quienes nadie había logrado domar.
Atacaron un día el barrio de Chilecito. Los habitantes se defendieron como
leones. Algunos historiadores han contado este episodio en el cual chilenos y
mormones aparecen unidos en la defensa.
Para los chilenos en California “Chilecito” se había
convertido en una reivindicación nostálgica de la patria lejana, y uno de
ellos, don Vicente Pérez Rosales escribió sobre el episodio del asalto a
Chilecito lo siguiente:
“Brannan, el ex
mormón...informado por algunos chilenos de lo que ocurría en La Puntilla, se lanzó lleno
de justa indignación sobre el tejado de su casa, y dando desde allí grandes
voces para llamar al pueblo a reunirse, con breves y enérgicas palabras
manifestó que ya era tiempo de ejemplarizar tan inauditos desmanes contra los
hijos de un país amigo, que mandaba día a día a San Francisco, junto con la
mejor harina flor, los mejores brazos del mundo, para cortar adobes, “propongo,
agregó, para hacer el desagravio mas completo, que chilenos de buena voluntad,
capitaneados por ciudadanos de los Estados Unidos, acudan en el acto a
aprehender a los perturbadores del orden.Un hurrah
general, que retumbó en La
Puntilla agredida y la presencia casi instantánea de los
improvisados protectores del orden, pusieron término a una salvajada que pudo
haber acarreado las más desastrosas consecuencias.”[4]
En mi opinión la
actitud de Samuel Brannan al salir en defensa de los Chilenos, fue lo que
nosotros en Chile llamamos “una vuelta de mano” yaque también evocaba el recuerdo de la ayuda
que los chilenos le habían brindado al Brooklyn cuando este barco con pioneros
mormones recaló en la isla de Juan Fernández en 1846. Samuel Brannan iba a
cargo del barco y los pioneros que vivían en California recordaban la experiencia
vivida en territorio insular chileno donde pudieron reparar la embarcación y
consiguieron alimentos y agua fresca para continuar viaje hacia California,
también ellos recordaban que una pionera había quedado sepultada en ese pequeño
territorio chileno en medio del Océano Pacífico, la hermana Laura Goodwin
Hopkiss.
Interesante resulta señalar
que don Vicente Pérez Rosales en su Obra Recuerdos del Pasado, como un testigo personal de la aventura
californiana de los chilenos se refiere a Samuel Branann, como el ex mormón,
hecho este que se ve confirmado por los propios historiadores mormones que
señalan que Brannan al fracasar en su intento de que el Presidente Brighan
Young llevara a los Santos desde las montañas rocosas hasta California había
terminado por apartarse de la
Iglesia.
Samuel Brannan, el líder de
la compañía Brooklyn viajó a reunirse con los pioneros que viajaban por las
montañas, llevando consigo la sugerencia de que el cuerpo de la Iglesia se trasladase a
California, en lugar de quedarse en la soledad de las montañas rocosas, sin
embargo:
“Los esfuerzos de Brannan para convencer a
Brigham Young de lo prudente de ir al Valle de Sacramento no tuvieron éxito. El
gran dirigente se había decidido. Él sabía a donde se dirigían. Brannan
permaneceió con los pioneros hasta que llegaron al valle del Lago Salado, donde
se hizo evidente que nada alteraría su elección. Decepcionado regresó a
California y pronto se alejó de la Iglesia”.[5]
El presidente Wilford
Woodruff por su parte nos dejó el siguiente recuerdo del encuentro de Brigham
Young con Samuel Brannan:
“Escuché al Presidente Young darle su
respuesta a Samuel Brannan en el siguiente lenguaje, golpeando su bastón en el
suelo: “No, señor, Yo voy a detenerme aquí. Yo voy a construir una ciudad aquí.
Yo voy a construir un templo aquí, y yo voy a construir una nación aquí. Y con
la ayuda de Dios él vivió para ver todo eso cumplido”.[6]
En la primavera de 1847
Brannan se apuró para reunirse con el Presidente Brigham Young para convencerlo
de llevar a los Santos a California. Aún cuando su plan fue rechazado, Brannan
continuó, en vano, usando cada mecanismo persuasivo para cambiar el parecer del
Presidente Young. Brannan regresó a California, llegó a ser extremadamente
rico, perdió todo, y murió en la pobreza sin siquiera el suficiente dinero para
comprar un cajón”.[7]
Mientras
tanto y ya para 1849, Sudamérica en general y Chile en particular eran mirados
por los líderes mormones como un eventual campo de evangelización, así nos lo
refiere la siguiente cita tomada delMillenial Star:
“La posibilidad de ir a Chile era un
conocimiento común en 1849. El hermano Addison Pratt llegó aquí en octubre
pasado desde las islas del Pacífico y probablemente regresará esta temporada
con varios otros. Élder Parley P. Pratt puede acompañarlos a ellos a las islas
o a Chile en vista de establecer el evangelio en Sudamérica...mientras el
camino pueda ser abierto”.[8]
Sin embargo pasarían dos años antes de que esta
instrucción se hiciera realidad y esta llegó cuando el Élder Parley P. Pratt
fue llamado a presidir la misión del Pacífico, con sede en San Francisco de
California.