Mostrando entradas con la etiqueta 21 de mayo de 1879. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 21 de mayo de 1879. Mostrar todas las entradas

miércoles, 21 de mayo de 2025

El Relato de un Sobreviviente

 

Historias para el Bicentenario

Bicentenario2010

21 de mayo de 1879

El Relato de un Sobreviviente

Lámina

Hace muchos años un viejo tripulante de la “Esmeralda” que ahora duerme un eterno sueño de gloria, a instancias nuestras nos relataba con la rudeza propia del roto chileno, las peripecias del combate de Iquique. Aquel viejo lobo de mar que cariñosamente apodabamos “Tatin” habló de su actuación a bordo de la “Esmeralda”, con pasmosa sencillez y con jerga auténticamente criolla. Oigamoslo:

“Gueno lo he contao tanta veces y na me cuesta volverlo a contar…Tábamos recién sentados pal rancho cuando vino el pinche Zoilo que se descolgaba por un portalón gritando como un condenao: El Guascar, el Guascar.

Clao, el remolino jue paire. Quibamos a comer…toititos nos levantamos pa salir disparaos a cubierta. Nu’era mieo no…qué l’ibamos a tener mieo a los cholos. La pura curiosá no más. Era que nu’abiamos visto nunca  al tan mentao Monitor.

            Pero en l’escala arriba nos topamos con mi teniente Uribe. Por Diosito que venpia enojao mi teniente. A toito pulmon nos mandó que nos golvieramos pal rancho y como si na pasara, pidió el charqui y se sentó a comer con nosotros.

            Tabamos en el caliente cuando bajó del relevo mi sargento Aldea…se sentó a comer y en un principio na dijo, pero el condestable de mi batería le prefguntó a l’oreja si era cierto lo del Guáscar, y mi sargento el dijo que si y que venía con la Chancha.[1]

            Cuando no más comimos nos hicieron formar. En seguía los pasaron lista. Cuando nos mandaron “a’iscresion” púe cachar por una tronera de las baterías de babor, que pal lao e la costa p’arriba venían naegando tuavía lejos los blindaos peruano.

            Cuando aun tábamos en formación, llegó mi capitán Pratt y con toa calma preguntó si había comío toa la gente. Mi teniente mandó “vista a la deré” y saludando con l’espá desenvainá, le contestó que sí.

            Después tocaron zafarrancho y nos mandaron esparejar pa la pelea. En seguía l’evamos l’ancla. Cuando toito taba listo nos mandaron pal pañol y nos dieron l’armamento.

            Volviamos armaos, cuando oí a mi comandante que gritaba con la bocina pal lao d’estribor, onde estaba anclá la Gaviota.[2]

            -Capitán Cónder.

            -Susordenes, mi comandante.

            -Contestó el capitán Cónder, qu’estaba  en el puente de la Covaonga cachando con larga vista p’al lao de los buques peruanos.

            -¿Almorzó la gente?  - golvió a preguntar mi capitán Pratt.

            Si, mi comandante.

            ¿Fuegos encendidos?

Si, mi comandante.

            Entonces mande tocar zafarrancho de combate y ques’iearme la gente pa la pelea.

            Bien, mi comandante.

            Agora, capitán, oiga bien las órdenes de combate. Yo me queo aquí y usted ponga proa al norte…Punta Pieras, virar en reondo…Espués, rumbo al sur, toa máquina…si lo siguen, pegarse a la costa guardando fondos… Y bien que Dios le ayúe, capitán.

            ¿Entendió bien?

            Olrait –contestó mi capitán Cónder en gringo.

            Entonces, too el mundo a su puesto…y acordase niños, que somos chilenos…que el chileno no se rinde y ¡Viva Chile!.

            -¡Viva Chile! – contestaron junto con mi capitán Cónder, toitos a un tiempo en la Covaonga.

            Espués nos hicieron formar a toitos sobre cubierta. Cuando tábamos alineados con toda la oficialidá, daba gusto ver a mi capitán Pratt, tan engallao y serenito como si na pasara. Taba vestío de pará y andaba con toa calma p’arriba y p’abajo, como si fuera a pasar revista el Dieciocho.

            Espués izaron la bandera y presentamos arma. Los tambores tocaron redoble.

            Entonces nos echó un espiche mi capitán, que por naita nos hace llorar.

            Siempre callao mi capitán nunca l’uabiamos oído hablar así. Nos dijo dendese momento que pertenecíamos a la patria y que debíamos cumplir con el deber…que nunca jamás se había arriao…que mientras taba con vida taría allí arriba que’staba seguro quiba a morir, pero que tamien taba seguro que los…oficiales y toitos nosotros moriamos ante d’arriar la bandera de la patria.

Sentimos frío por todo el cuerpo y por Diosito que aunque nos hubieran tapiao la boca no los habrian poio hacer callar, cuando nos largmaos a gritar toitos como desalmaos:

-          ¡Viva Chile Mierda!

Dei nos mandaron p’abajo a toos los de la batería.

Al poco rato nos endilgaron los cholos el primer guaracaso y un nuevo ¡Viva Chile! estremeció a la viejita.

Un guen rato anduvimos pa’alla y pacá. Lo pior que nos tenían acorralaos porque desde la playa, tamien l’ agarraron a balazos con nosotros. Al grumete Reyes l’estaparon los sesos al principio e la pelea…al poquito rato, cayeron de mi batería dos niños diun golpe.

En esto nos hicieron señas del Guascar pa que nos rindiéramos. Jué para la risa. Mi capitán les contestó qu’éramos chilenos y ordenó una descarga cerrá.

Espués jue’linfierno mesmo, iñor…para que les cuento naa mejor…la purita, yo no sé cómo queamos con vía…

            El Monitor no hacia más que vomitarnos andaná tras andaná y pa más….de la costa, nos seguían fusilando por la espalda a bala y cañonazo. Nosotros contestabamo como poiamos. Pa más pior, la máquina de la Vieja andaba más patrás que p’ailante, que si no hubiese sio esa fataliá más d’iuna les abría jugao a los cholos, mi capitán, qu’era harto baquiano pa la nautica.

            Tábamos peliando poco menos que desnúos, porque era yegua el caloraso. Y por la chupalla del gobierno qu’era grandaza la bulla, iñor. No l’entendiamo na a naiden…los cañonazos y toito lo que s’iba haciendo peazos…y para que los igo ná el chivateo de los niños. Bramaban como liones acorralaos por los perros…

            Pal lao de la cuarta, un balazo del blindao hizo astillitas la pared y su púo mirar pa juera…el Guáscar taba ei no más, como a quinientas brazas, envuelto por toos laos en l’humarea de los tremendos cañonazos que nos iba escupiendo…y cuando voló hecho añicos de un balazo el techo de la claraboya, se nos vino una lluvia grandaza de vigrios encima.

            Onde se miraba iba quedando la tendalá. Por toitas partes too era sangre, peazos de carne y la mar de astillas. Y tuavía me parece, iñor, que los toi viendo, al pinche Zoilo, pasando als calabazas. Guena cosa con el rotito valiente. Cuando lo pilló al fin l’estrocaora, queó tiraó al lao del cañón, siguió gritando el cabro hasta l´´ultima boquiá: ¡No aflojarle, niños! ¡No aflojarle, niños!.

            Hacia como cuatro horas que’stábamos peliando…y menos que aflojar. Los chalacos los habían desmontao más de  la mitá de los cañones y nos taban pegando en el suelo…

            Mi acuerdo que l’estaba pasando una bala a mi cabo de cañón, cuando algo como un peñascaso a toita juerza me pegó en el pecho y me tiró d’spalda encima de la Regalona. La sangre me le empezó a correr pero yo no l’hice caso.

            En mi pieza ya no queaba niunito vivo, porque cuando al último, me le vino mi cabo encima y lo quise levantal, vi que no tenía na caeza. Me le bajó una rabia de perro hiriofo y gateando como púe me agarré a la culata del cañón y m’iba enderezando pa disparar la Regalona que mi cabo había dejao cargá, cuando un barquinazo que hizo temblar a la Vieja com’un terremoto, me tiró d’espardita por segunda vé…creí que había queao pa nunca. Quize levantarme pa seguir peliando pero no púe…

            Lo del quiñazo era qu’el Monitor la había agarrado a espolonazo con la pobre Vieja.

            Era pa llorar de rabia.

            Del Guáscar nos seguían gritando: ¡Rindanse…rindanse!

            La guenas huinchas que s’ iba a rendir la gallá. Primero nos moririamos toititos.

            A too esto la Covaonga se las habia envelao pal sul y la Chancha, como peuco detrás…pobre gaviotita tan mona y blanquita, parecía pejerrey  perseguía por el tibrón blindao.

            La sangre de la hería de la caeza, se me le venía a cada rato pa los ojo y entonces me le dio como un mareo. Jué así como desde ese momento apenitas me di cuenta de lo emás. L’último que me acuerdo jue la corneta que empezó a tocal pal abordaje… y yo por la maire, sin poer moverme…y con las medias ganitas que tenía de poner el pie en el Guáscar.

            En el primer topón saltó al blindao el lión de mi capitan…¿Quién otro poia ser?...pero lo mataron los chalacos. Mi sargento Aldea lo quiso defender, pero lo acorralaron y lo mataron a hachazos: era pa morirse e rabia. Pal otro topón, saltó mi teniente Serrano con la gallá, toitos s’iban como disparaos a la cubierta del Guáscar, como liones enfurecíos…

            Yo, la purita, ya no tenía juerza pa na…la sangre me le corría por toitos laos. Me le nubló la vista y una debiliá muy regrandaza m’íba agarrando too el cuerpo.

            Espues, no me acuerdo más…lo único que sentí al último jué el frio de los diablos del agua helá, que m’íba haciendo tiritar como pollo entumío..Era que l’Esmeralda s’iba hundiendo.

 

http://www.memoriachilena.cl/archivos2/cronoim/combatenaval.jpg

 

Nota. Este relato fue tomado hace años por don Ricardo Piwonka.

Historias para el Bicentenario. Recopilación de Rodolfo Acevedo.  Santiago 20 de mayo de 2009.

 

 

 

 

 

 

 



[1] La Independencia.

[2] La Covadonga.

¡Una historia que merece ser recordada!

  ¡Una historia que merece ser recordada! Puerto de San Antonio Un Saludo de los pioneros de la Iglesia de San Antonio a los pio...