Los Misioneros y el Placer de Servir.
Por Rodolfo Acevedo.
“Y después que nuestra posteridad haya sido
dispersada, el Señor Dios procederá a efectuar una obra maravillosa entre los
gentiles, que será de gran valor para nuestra posteridad; por tanto, se compara
a que serán nutridos por los gentiles y llevados en sus brazos y sobre
sus hombros”.
1 Nefi 22:8.
Miembros de la rama de San
Bernardo, 1964. (Foto Jim Palmer)
Niños
de la Primaria en Quillota (Foto Don Lohr),
Élder Peterson y Élder Layman
inician la obra en Coquimbo, 1969.
¿Qué mejor manera de expresar el servicio, el amor por el prójimo que sirviendo
en una misión? Así lo han comprendido nuestros jóvenes desde los primeros días
de la restauración del evangelio en la
tierra y así lo siguen comprendiendo en nuestros días.
Así vi en mis primeros
días de conversión a los misioneros, animándonos, ayudándonos a dar nuestros
primeros pasos como personas recién nacidas a la nueva fe, llevando a nuestros
hijos de la mano y a nuestros hermanos menores en sus hombros, como el fiel cumplimiento
de una antigua profecía.
Bautismo en el mar. (Foto Élder Steve Cherry)
Ellos
fueron los misioneros que conocí, los misioneros que conocieron nuestros
padres, los misioneros que más tarde veríamos proyectados en nuestros propios
hijos sirviendo en tierras lejanas, dejando recuerdos imborrables de servicio
entre sus propios conversos como los que yo ahora intento traer a mi mente.
Élder David Arthur Fife, Élder Carlos Jerónimo Bony; Élder Steve Warren
Pero con
la celebración de los 50 años de la Misión Chilena pude volver a ver a los misioneros
y su espíritu de servicio de los días de mi juventud, ayudando a ordenar la
capilla como cuando iban en aquellos primeros días a encerarla y “a pasar el
chancho”, a dejar la capilla lista para recibir a sus investigadores al día
siguiente.
“Con los pies en la calle…y casi sin zapatos”
Creo que las fotografías
hablan por sí solas de ese espíritu de servicio que nuestros misioneros históricos
que nos visitan con motivo de los 50 años de la Misión Chilena, nos han vuelto a
mostrar, con sencillez, con amor y especialmente con el deseo de servir, tal
como lo expresara en un hermoso poema nuestra poetisa y Premio Nobel Gabriela
Mistral.
El placer de servir
Toda la
Naturaleza es un anhelo de servir. Sirve la nube, sirve el aire, sirve el
surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar,
enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú.
Sé el que apartó la molesta piedra del camino; sé el que apartó el odio de
entre los corazones y las dificultades del problema.
Existe la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la
hermosa, la inmensa alegría de servir.
¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera un
rosal que plantar, una empresa que acometer!
Que no te llamen solamente los trabajos fáciles, ¡Es tan bello hacer lo que
otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios que son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos
libros, peinar una niña.
Aquel es el que critica, éste el que destruye, sé tú el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz,
sirve. Pudiera llamársele así, el que sirve. Tiene sus ojos fijos en nuestras
manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, ¿A tu
amigo?, ¿A tu madre? (Gabriela Mistral).
Miembros
y misioneros limpiando la capilla de la rama de Providencia, 1959.
Élder Waldron Élder Van Lyman y Élder Bony Élder Alonzo.
Misioneros
históricos ordenando la capilla, 2011.
Élder
David W. Memmott y Élder Steve Warren.
Mientras
observaba a los misioneros históricos participar de las actividades de los 50
años de la Misión Chilena, una escritura inspirada vino a mi mente, una
escritura que ha acompañado a los misioneros a través de las generaciones y que
nuestros jóvenes hoy día memorizan y llevan como un juramento en sus corazones
cuando salen a servir:
He aquí, una obra maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de
los hombres.
Por tanto, oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día.
De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra;
pues he aquí, el
campo blanco está ya para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí, de modo que no perece, sino que trae
salvación a su alma;
y fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, lo califican para la obra.
Tened presente la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia, la bondad fraternal, piedad, caridad, humildad, diligencia.
Pedid, y
recibiréis; llamad, y se os abrirá. Amén. (D y C Sección 4).