Santiago, Chile. 3 de diciembre de 2009
El Testimonio de la Hermana Emma Quilodrán Rodríguez
Hermana
Emma Quilodrán Rodríguez
Voluntaria
en el Fondo Perpetuo de Educación, 2009.
Yo era atea. Y así pasé algunos años. En un momento de mi vida tenía
muchos problemas y no tenía salida para ningún lado. Estaba realmente tocando
fondo. De repente me acordé de mi hermano Eduardo que vivía en Santiago y que
era Santo de los Últimos Días desde hacía 13 años, pero que yo pensaba que era
una superstición solamente.
Pero mi caos y dolores eran tan grandes que en un momento me acordé de
Dios, a quien yo había dejado olvidado por muchos años. Yo pensaba que yo podía
hacerlo todo sola, solo debía ser decidida y responsable, y que no necesitaba a
nadie. Claro, mi negación de Dios era absoluta.
Un día mientras caminaba por una calle a hacer las compras, y estando
espantosamente cansada de la vida que llevaba, creo que increpé, y digo creo,
porque a Dios no se le increpa, sin embargo yo ya no veía una salida para
ningún lado, y el dije: ¿Por qué si mi hermano Eduardo, que está al otro lado
de la Cordillera no más, no viene a ayudarme? Si tu realmente estás, ¿Por qué
no viene mi hermano?.
Lo más hermoso de todo esto fue que a los pocos días, en una población
nueva, sin direcciones todavía, en donde yo había comprado un terreno e
instalado una prefabricada, allí, llegó mi hermano. ¿Cómo, sin tener dirección
ni nada que lo guiara hasta mí? Se fue por los remitentes de mis cartas y
preguntando en los trabajos, y llegó.
Eduardo
Quilodrán Rodríguez y Emma Quilodrán Rodríguez.
Y YO CREÍ, SÍ DIOS, TÚ ESTAS. Y yo lloraba de felicidad por estar allí
con mi hermano. Y él me enseñó a tranquilizarme diciéndome: anda tranquila
detrás de la puerta y di: Padre Celestial ayúdame, en el nombre de Tu hijo
Jesucristo. Y esto me daba paz. Y esto lo hacía muchas veces. Luego me habló de
José Smith, de quien yo no sabía nada; conocía a Pablo, a Moisés, pero a José
Smith no.
Pronto empecé a ir a la Iglesia con él y en un momento en que me llamó
la atención que todos tomaban la Santa Cena y yo no, siendo que ya hacían 4
meses que asistía y me pasaban de largo. Entonces le pregunté a mi hermano por
qué era eso y me respondió que para tomarla había que bautizarse. Le pregunté
cómo se hacía eso y me mandó a hablar con el obispo. El obispo me mandó ir al
lugar del nuevo domicilio, porque ya había dejado mi casa y mi vida difícil, y
así fue como fui a buscar a los misioneros. Al entrar a la Iglesia pregunté por
ellos, y me los indicaron que estaban en el jardín.
Yo le toqué el hombro a uno que se dio vuelta y le pregunté si él era
Élder Rassmussen porque quería que me diera las charlas para bautizarme.
Lógicamente Élder Jeffrey Rassmussen estaba impactado de ver a una
investigadora buscando a los misioneros.
A mí me mandaron a la Rama Norte de la Estaca Este, pero ese día era 31
de octubre de 1983 y como era una casa y estaba al lado de una escuela, estaba
cerrada, porque ese día volvía la democracia a la Argentina y era día de
elecciones. En vista de que ese domingo no habrá reunión allí, me fue a otro
barrio, Barrio Belgrano y allí si pude asistir, porque era un edificio de la
Iglesia. Allí fue entonces que encontré a Élder Jeffrey Rassmussen y a Élder
Andrés Pisano, de Mar del Plata. Empezaron a darme las charlas el 2 de
noviembre hasta el 13 de noviembre, fecha en que Élder Rassmussen fue llamado a
trabajar en la oficina de la misión, entonces llegó Élder Summall de Canadá, y
era su primer destino en su misión, y así fue como el día 20, una semana
después, me bauticé.
Hermana
Quilodrán en las puertas Abiertas previas a la re-dedicación del Templo de
Santiago, enero 2006.
El bautismo fue en el barrio La Boca, el 20 de noviembre de 1983 a las
16 horas. Había otros bautismos. La familia Shaffhauser, chilena, fue quien me
acompañó en esta ceremonia: la madre, la hija y dos hijos que venían de su
misión. Ese día llovía a cantaros, pero solo por ratos. A la salida ya había
pasado la lluvia.
Élder
Andrés Pisamo, hermana Quilodrpán y Élder Summel, el día de su bautismo, 1983.
Ahora sé sin ninguna duda que Dios vive, que esta es su Iglesia, que la
obediencia es muy importante en la vida en todo orden de cosas, y sé que estoy
en la verdad. En los 26 años de miembro solo he faltado a la Iglesia por
enfermedad.
Emma Quilodrán Rodríguez.
30 de noviembre de 2009
Del Historiador Rodolfo Acevedo.
3 de diciembre de 2009
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